C aperucita Roja, Blancanieves, Cenicienta… Pocas historias modelaron tanto la imaginación del género humano como los cuentos de los hermanos Grimm. Esos relatos cumplen hoy 200 años convertidos en un tesoro cultural que va más allá de religiones, modas, países y edades.
«Son nuestro Antiguo Testamento», resumió recientemente el escritor alemán Martin Walser sobre la colección de relatos populares publicada por Jacob y Wilhelm Grimm el 20 de diciembre de 1812. Desde esa primera edición, Los cuentos de hadas de los hermanos Grimm se tradujeron a más de 170 lenguas. Están considerados uno de los libros más difundidos en el mundo y la obra más influyente de la literatura alemana en el exterior junto con la Biblia de Lutero. Además, desde 2005 son parte del Programa Memoria del Mundo de la Unesco.
¿Cómo se explica ese éxito? «Sus historias tratan diversos conflictos de una forma ejemplar. Los problemas se resuelven desde una visión optimista, desde un principio de esperanza», explica Hans-Jörg Uther, experto en los Grimm.
Para el profesor Holger Ehrhardt, de la Universidad de Kassel, donde los autores vivieron y escribieron parte de su obra, «el ser humano contó cuentos y mitos a sus niños desde siempre por razones pedagógicas». La narración ofrecía a los niños lecciones de vida «y a los adultos explicaciones sobre fenómenos naturales como el rayo».
Jacob (1785 a 1863) y Wilhelm (1786 a 1859) comenzaron a recopilar y reescribir antiguas fábulas de hadas en 1806 después de conocer a los autores románticos Clemens Brentano y Achim von Arnim, también dedicados a investigar textos populares.
La búsqueda no se limitó a fuentes escritas: los alemanes rastrearon bellas heroínas, brujas, hadas y pócimas en numerosos relatos orales de amigos y colaboradores en la región de Kassel, en el centro del país.
La primera edición quedó lejos de ser un éxito: la descripción explícita de algunos pasajes escabrosos y los apuntes científicos de los autores «no ayudaban precisamente a conquistar a un público amplio», explica la web sobre su aniversario.
Mientras el mayor de los Grimm, Jacob, vio cumplido su objetivo de salvar del olvido los cuentos de la tradición oral germana, Wilhelm se percató del potencial del libro para el público infantil y dedicó los años siguientes a revestir los textos del estilo romántico que los inmortalizó.
Un buen ejemplo de esa transformación literaria al romanticismo y a la fantasía es el cuento de Caperucita Roja. La versión de los Grimm elimina los pasajes más violentos y eróticos de la leyenda original, en la que el Lobo invita a la niña a acostarse con él y a comer carne de la abuela asesinada, y añade un final feliz.
La edición de 1857 comenzó a perfilarse ya como best-seller. De los cerca de 200 cuentos, la mayoría describe cómo un protagonista virtuoso se encuentra con el mal y termina venciéndolo. La mitad comienza con el famoso: Había una vez.
Pero el legado de los Grimm no se limita a la recopilación de historias populares. Ambos fueron reconocidos filólogos que dejaron aportes en lingüística.
