En la plaza del Cristo del Mercado no cabía un alfiler. Todo el barrio quiso hacer causa común con la Cofradía de la Esclavitud del Santo Cristo de la Cruz en uno de los momentos más importantes de su dilatada historia en la que, por primera vez, incorporan a una cuadrilla de cargadores para transportar la imagen del Santo Cristo de la Cruz que desde hace siete siglos da nombre a esta popular zona de la capital.
Minutos antes del inicio del traslado procesional de la imagen del «Cristo de las Faldillas», los cargadores, vestidos impecablemente con su túnica y su capa pluvial paseaban nerviosos junto al magnífico trono obra del artesano ebanista de Medina de Rioseco Angel Martín, esperando las órdenes de los capataces Angel Rubio y Pedro Sen, preocupados por que todo salga bien.
El presidente de la cofradía y cargador del trono, David Matarranz, aseguraba sentir «mariposas en el estómago» al culminar un trabajo de muchos meses, en el que se mezcla «la emoción como hermano cofrade y la responsabilidad por poner en marcha una iniciativa en la que el barrio se ha volcado y en el que ha mostrado su satisfacción por el resultado obtenido». También destacó los vínculos de afecto que se han creado entre los cargadores, y aseguró que durante los ensayos “nos hemos sentido como una pequeña familia en la que hemos compartido sufrimientos y alegrías”.
El toque de la campana del trono llama al orden a los 18 cargadores que ocupan rápidamente sus puestos para iniciar las primeras maniobras para sacar el trono desde la ermita del Cristo del Mercado. Con mimo, lentitud y precisión, los cargadores mezclaron fuerza y habilidad para descender las empinadas escaleras de acceso a la ermita, manteniendo en todo momento la verticalidad de la imagen. Al bajar, una cerrada ovación del público premió el primer esfuerzo de los cargadores, que en el primero de los descansos antes de arrancar en procesión se abrazaron emocionados por el éxito de la maniobra inaugural.
La lluvia tampoco quiso perderse esta jornada histórica, y un breve chaparrón amenazó el inicio de la procesión. Los cofrades decidieron hacer caso omiso de tan incómoda visita y siguieron la marcha con una ovacionada «levantá» con la que el paso inició un largo camino hasta la Catedral. Con las marchas interpretadas por la Banda del Discípulo Amado y Jesús de Medinaceli de Valladolid, los cargadores bajaron por la calle José Zorrilla hasta la plaza de Somorrostro, para por las calles de Muerte y Vida y San Francisco incorporarse a la carrera oficial con el resto de cofradías.
