La Granja y Valsaín acogen hoy varios actos en recuerdo a Agustín Pascual González, quien dedicó su vida a la introducción de la ciencia forestal alemana en su patria como inspector general de los Montes Reales.
A partir de sus actuaciones se logró que un 25 por 100 de los montes de titularidad pública no se vendiera a particulares como pretendía el Ministerio de Hacienda de la época. Entre los que se salvaron de esa venta y posterior uso discrecional se encontraban los Montes de Valsaín, apreciados hoy y valorado su modelo de gestión.
Agustín Pascual fue cofundador de la Escuela de Montes de Villaviciosa de Odón y creador del Cuerpo de Ingenieros de Montes, del que fue Inspector General. Ayudó a frenar la regresión de los bosques ibéricos, que se encontraban muy mermados a finales del siglo XIX. Además de ser el primer inspector de los bosques patrimonio de la Corona, Agustín Pascual (1818-1884) se empeñó y logró poner en marcha una Administración Forestal de la nación, con una Escuela de Montes y un Cuerpo de Ingenieros cualificado y dispuesto a frenar la progresiva pérdida y depreciación en que estaban cayendo los bosques ibéricos en el XIX.
Poco conocido por los ciudadanos e, incluso en el sector del que fue impulsor, la Real Academia de Ingeniería ha querido rendirle un homenaje que comenzó ayer en Madrid y que hoy continuará en Segovia. Por la mañana tendrán lugar varios actos en Valsaín, y por la tarde en el Ayuntamiento de San Ildefonso.
Hasta la llegada de Pascual y los posteriores administradores reales la materia forestal se regulaba por una legislación sin ningún tipo de conocimiento técnico. Él reivindicó y ayudó a crear un Cuerpo de ingenieros, en vez de individuos aislados que dependían de los diferentes jefes políticos. Una orden de 1854 diferenciaba ya a los nuevos profesionales de los denominados «comisarios de montes», hasta entonces responsables de los montes públicos y que dependían de los jefes políticos.
De este modo, el homenaje está sirviendo para recordar también la trayectoria de los Montes de Valsaín, que, según algunos historiadores deberían haber pasado a manos de la Comunidad de Ciudad y Tierra de Segovia. Sin embargo, y tal como detalló hace años el también ingeniero de Montes, Carlos Herranz, el reparto de la propiedad que existía en estos bosques entre los miembros de la Junta de Nobles Linajes, la Ciudad de Segovia, y el Común de la Villa y Tierra, hizo que entonces fuera mayor el interés por los pastos que por los montes. De ahí la importancia de que tuvo el cuerpo de ingenieros impulsado por Agustín Pascual y su idea de proteger de la venta estos montes públicos.
Recuerdo en Madrid
Esta trascendencia se puso de manifiesto ayer en Madrid, donde descubrió una efigie en recuerdo al técnico forestal.
En un acto presidido por la alcaldesa de Madrid, Ana Botella, varios expertos analizaron temas relacionados con Valsaín y Agustín Pascual. Los eventos tuvieron lugar en la Escuela Superior de Ingenieros de Montes de la Universidad Politécnica (UPM). Ana Botella se refirió al Monte del Pardo o la Casa de Campo como legados de su labor. Recordó que Pascual dirigió durante casi dos décadas la Real Sociedad Económica Matritense de Amigos del País e impulsó la creación de la primera Escuela de Ingenieros de Montes, asentada en Madrid desde el año 1914. «Quienes hemos tenido y tenemos responsabilidades medioambientales somos herederos -constató la alcaldesa- de una cultura de profesionalidad y rigor en la gestión que don Agustín Pascual comenzó a sembrar a mediados del siglo XIX». Al acto en Madrid asistieron entre otros el delegado de Medio Ambiente, Seguridad y Movilidad, Antonio de Guindos; el rector de la Universidad Politécnica, Javier Uceda; y el presidente de la Real Academia de Ingeniería, Elías Ferreres. En el repaso a la figura de Pascual, la alcaldesa se congratuló de que hoy haya calado una idea que a «él le hubiera gustado escuchar: que conservar y crear nuevas zonas verdes es un compromiso intergeneracional». Por eso el patrimonio verde y en especial parques y bosques como el Monte del Pardo o la Casa de Campo tienen no sólo valor ecológico sino también histórico y cultural. Y dijo que como resultado de ese compromiso con el medio ambiente, Madrid cuenta con 6.000 hectáreas de zonas verdes y es una de las ciudades más arboladas del mundo. Y esa imagen tiñe también el futuro. «Si en el último medio siglo el pulso de nuestra ciudad estuvo marcado por el desarrollo de grandes infraestructuras de comunicación, hoy somos conscientes de que nuestro crecimiento futuro pasa por añadir el componente medioambiental», agregó.
