Apelando al rico refranero del que mi compañero Gonzalo Ayuso es experto, el menú musical de las ferias y fiestas de Segovia parece estar diseñado conforme a la sentencia «para gustos están hechos los colores», sin duda con la sana intención de complacer a todo tipo de públicos. El primer plato de esa variada carta fue ofrecido por los Despistaos, que consiguieron llenar la Plaza Mayor de un público mayoritariamente juvenil y dispuesto a corear todas y cada una de las canciones del quinteto nacido en Guadalajara y que con tan sólo cinco elepés se ha aupado en los primeros lugares de las listas de éxitos. La expectación generada por este grupo fue tal que horas antes del inicio del concierto, que empezó al filo de la medianoche cuando sólo quedaban unas pocas brasas de las hogueras sobre las que los segovianos saltaron para exorcizar sus demonios particulares y atraer la buena fortuna.
El concierto respondió plenamente a las expectativas, a tenor de la positiva respuesta del público que no cesó de corear y aplaudir todas las canciones «de amor y desamor» del grupo liderado por Dani Marco (no confundir con Dani Martín, de El Canto del Loco y ahora en solitario). La fórmula es la de siempre: guitarras pretendidamente rockeras que envuelven canciones repletas de lugares comunes y fáciles recursos sentimentales que, sin lugar a dudas, prenden en el ánimo de su público con la misma rapidez que la llama lo hacía anoche sobre la madera y el cartón de la hoguera.
Pero la llameante propuesta de Despistaos calienta los ánimos pero no llega a quemar, ya que su combustión no proporciona el suficiente poder calorífico para dejar huella, proporcionando una pasajera sensación que, ni por asomo, se parece a la que dejan grupos y solistas mucho más consolidados y con propuestas más solventes.
De este modo, y parafraseando al gran Manolo Tena, la música de Despistaos calienta pero no quema, y produce la sensación de escuchar algo ya oído en otros grupos del mismo jaez. Afortunadamente, en este caso, el calor fue gratis.
