«Da igual quién gane en noviembre, el estacamiento político total que domina Washington apenas se modificará», sostuvo esta semana el prestigioso diario Wall Street Journal respecto de las posibilidades de una mejor colaboración entre demócratas y republicanos tras los comicios presidenciales del 6 de noviembre.
El presidente estadounidense es considerado el político más poderoso del mundo. Pero los dos últimos años mostraron cómo Barack Obama tuvo las manos atadas cuando los parlamentarios pertenecen a la oposición. Ya nada funcionó en Washington.
¿Deberán prepararse los norteamericanos para otros cuatro años de política de bloqueo en el caso de que el demócrata conquiste un nuevo mandato en las urnas? ¿O lo tendría más fácil Mitt Romney en la Casa Blanca?
En EEUU, la disputa entre los partidos puede conducir al estancamiento en las actividades legislativas y del Ejecutivo, ya que el Congreso y el Gobierno pueden ser controlados por partidos diferentes. Las leyes precisan la aprobación de ambos órganos del Congreso y también del presidente. Y si una de las partes se mantiene firme en su oposición, se concreta el bloqueo.
Cuando Obama fue elegido en 2008, los demócratas dominaban tanto el Senado como la Cámara de Representantes, y el presidente logró la aprobación del Parlamento para la reforma del sistema de salud y las medidas para estimular la economía.
Pero en las elecciones parlamentarias de 2010, los demócratas perdieron la Cámara de Representantes y desde entonces cuentan con una estrecha mayoría en el Senado, lo que condujo al estancamiento político.
La mayoría de las veces la disputa de poder entre el presidente y los republicanos en el Congreso gira en torno a cuestiones presupuestarias. Por esa razón, EEUU perdió su mejor nota crediticia, AAA, para una agencia de calificación. Asimismo, pende la amenaza de una serie de drásticos recortes presupuestarios que entran en vigor de forma automática si no se llega a un acuerdo sobre el presupuesto. De esta manera, las finanzas estatales amenazan con salirse completamente de control.
El próximo 6 de noviembre, las 435 bancas de la Cámara de Representantes y un tercio de los 100 escaños del Senado tendrán nuevo ocupante. De acuerdo con las encuestas, es improbable que los demócratas reconquisten la Cámara de Representantes, pero podrían conservar la mayoría en el Senado.
E incluso si experimentaran una derrota en las urnas, podrían pagar con la misma moneda a los republicanos y hacerle la vida imposible a un presidente Romney a través del denominado filibuster, una maniobra de obstrucción que permite a la oposición demorar largamente las decisiones del Congreso mediante largos discursos.
