La dura situación económica por la que atraviesa Italia está poniendo en jaque a los empresarios, pero no al Gobierno. O, al menos, eso es lo que parece, después de que el primer ministro del país, Silvio Berlusconi, se amparase en la crisis para reivindicar su continuidad al frente del Ejecutivo, ya que considera que su equipo es el único que puede sacar a la nación mediterránea adelante.
Con varios frentes judiciales abiertos y una inestabilidad financiera sobre sus hombros, al Cavalliere le han acorralado en la Cámara de los Diputados. Por ello, ayer mismo pidió a los parlamentarios ser respaldado en la moción de confianza que se votará hoy y que podría alejarle del poder.
Berlusconi pronunció un discurso de más de 20 minutos y solicitó la renovación del apoyo, porque su Gabinete «es el único democráticamente habilitado para defender el interés nacional y, sobre todo, ahora con la urgencia impuesta por la crisis».
Argumentó, asimismo, que su Gobierno es el adecuado «ante la falta de una alternativa creíble para defender al país de la crisis».
El primer ministro, quien poco antes había presidido un Consejo de Ministros, alejó la hipótesis de un Ejecutivo técnico, al asegurar que «solo si falla la cuestión de confianza, se debe ir a las elecciones como indican las bases de la democracia. No hay alternativa».
El mandatario dirigió su discurso prácticamente a sus correligionarios, pues los partidos de la oposición decidieron conjuntamente ausentarse del Hemiciclo y no escucharle, a excepción de los radicales, que acudieron «por respeto».
Berlusconi hizo referencia al empate a 290 votos a favor y 290 en contra del pasado martes, que impidió la aprobación del texto sobre las cuentas del Estado de 2010, una derrota que le obligó a pedir la cuestión de confianza.
«Un incidente parlamentario en el que la mayoría tiene la responsabilidad y por el que me excuso personalmente, porque generó una situación anómala que debemos solucionar», agregó.
El dirigente apeló en su alocución a la crisis económica: «El Gobierno solicita que le sea confirmada la confianza, porque es perfectamente consciente de los riesgos que corre el país y lo pide porque está convencido de que los tiempos impuestos por los mercados no son mínimamente compatibles con aquellos de ciertas liturgias políticas».
Y arremetió contra sus adversarios: «La oposición está dividida y fraccionada e incluso ha desaparecido», subrayó irónicamente en referencia a los partidos ausentes del Hemiciclo.
Berlusconi hizo mención al último plan de ajuste aprobado por el Parlamento por un valor de 54.500 millones de euros del que sostuvo «requiere un gran esfuerzo y es muy doloroso». «Queremos acabar con la estrategia de la parálisis y el pesimismo. Hemos puesto un ladrillo contra el muro de la desconfianza y se llegará al equilibrio presupuestario como hemos previsto en 2013», afirmó.
Al finalizar la intervención, su socio de Gobierno, el líder de la federalista Liga Norte, Umberto Bossi se mostró convencido de que el Ejecutivo «saldrá adelante» hoy y agregó que el mensaje de Berlusconi le había convencido.
Por su parte, Pier Luigi Bersani, jefe del Partido Democrático (PD), calificó de «penoso» el discurso del mandatario y reiteró que su formación está dispuesta a crear un Gabinete de transición.
