Casi veinte años de carrera. Se dice pronto, pero no es muy habitual en el mundo de la música y menos para las bandas poco comerciales, como fue en sus inicios Sidonie, un grupo de barceloneses que comenzó su andadura a finales de los 90
—aquella década del siglo pasado— sorprendiendo a propios y extraños con ‘Dragonfly’.
Pronto su sonido fue inconfundible, ya que mezclaba la psicodelia, el rock, la música hindú y hasta el surrealismo, lo que expuso al trío barcelonés a un escaparate mediático sin precedentes para una formación de origen independiente. Y eso que lo de las redes sociales todavía no se llevaba.
Ahora, conscientes de la importancia de ellas, saben sacarle todo el partido, aprovechando el contacto directo que les permiten con sus seguidores. Prueba de ello es el videoclip de ‘Un día de mierda’, realizado con las grabaciones de todos los fans que quisieron participar en él. Se estrenó en junio y tiene ya casi 195.000 reproduciones en YouTube; y es que, como ellos mismos reconocen, “es un himno que sirve para todas las naciones, porque todos hemos vivido alguna vez un día de mierda”.
Mañana muchos podrán cumplir también su deseo de cantar con Sidonie en directo, aunque sea coreando sus canciones en la sala Beat Club —apertura de puertas a las 21.00 horas; precio de las entradas 15 euros, 20 euros en taquilla— a la que llegan los barceloneses dentro de su fin de gira ‘Sierra y Canadá’, que les ha llevado a recorrer todo el territorio nacional durante este año.
Este tour, que lleva el nombre de su octavo trabajo, sube a los escenarios las letras desenfadadas, pero cargadas de dura realidad, y la música electrificante que caracteriza al grupo. Incluso alguna que otra crítica, poco sutil, al mercado musical, como la que describen en ‘Yo soy la crema’: “El mundo no ha entendido mi disco / No aprecian mi sutilidad / El público carece de oído / La crítica me quiere enterrar / Sois unas ratas, unos snobs / Cometéis un grave error / Vendréis a mí a pedir perdón / El tiempo me dará la razón / Yo soy la crema de toda mi generación”.
Con este concierto, y los que quedan hasta final de año, “nos despedimos de Sierra, de Canadá, de su amor asincrónico, de Gainsbourg, de Hiroshima, de la crema de nuestra generación, de nuestro particular día de mierda y del repertorio con el que hemos presentado las canciones de este valiente y arriesgado último disco”.
