El cine español vuelve hoy a la Sección Oficial de la 60 Semana Internacional de Cine de Valladolid con ‘La Arteria Invisible’, largometraje firmado por Pere Vilà Barceló e interpretado por Nora Navas y Francesc Garrido, actores que también integran el reparto de ‘La Adopción’, la otra propuesta española a concurso. Àlex Brendemühl, Joana Vilapuig y Àlex Monner completan el reparto de una cinta centrada en el caso de Vicenç, un político con aspiraciones a alcalde que es falsamente acusado de abusos sexuales. Su mujer, Carme, vive obsesionada con poder tener un hijo y aburrida de la vida que tiene. La aparición de un joven que quince años atrás estuvo a punto de formar parte de sus vidas activará un proceso que destruirá a Vicenç profesional y personalmente.
El director de la cinta, Pere Vilà Barceló, nació en Girona en 1975 y cursó estudios de guion en el Centre Calassanç de Barcelona, donde fue discípulo del cineasta Joaquim Jordà. Es autor de diversos guiones y ha dirigido varios cortometrajes. El cineasta, obtuvo el premio de la Fundación Elsa Peretti por su corto ‘Els peixos del riu Leteo’. Ya en 2006, Barceló rodó su primer largometraje, que se exhibió en varios festivales, incluido el de Róterdam. A continuación dirigió el corto documental ‘Origen’, tarea que compaginó con el rodaje de un documental sobre la guerra civil, ‘Soldats anònims’ que codirigió con su compañero Isaki Lacuesta.
Su segundo largometraje de ficción, ‘La Lapidation de Saint Étienne’ participó en la Sección Oficial de la 57 Semana, donde conquistó el Premio Fipresci. Más tarde, dirigió ‘La Fossa’ y la película proyectada hoy, ‘L’Artèria invisible’ es su cuarto largometraje.
Por otra parte, el cineasta finlandés Mika Kaurismaki regresa también hoy a la Seminci para presentar ‘Reina Cristina, la mujer que fue rey’, una producción de Finlandia, Canadá, Alemania y Suecia con la monarca como protagonista. La reina Cristina de Suecia fue coronada en 1633, a la edad de seis años, y educada como si fuera un príncipe. Esta joven dirigente, enigmática y brillante, combatió a las fuerzas conservadores para revolucionar Suecia al tiempo que experimentaba el amor y exploraba su incipiente sexualidad. Tras recibir la formación de un príncipe bajo una estricta supervisión luterana, la enigmática reina, de personalidad impredecible, se enfrentó a una resistencia intensa en su afán por educar a sus súbditos y poner final a la sangrienta Guerra de los Treinta Años que enfrentaba a protestantes y católicos.
