El telón de Titirimundi 2015 cayó ayer en Segovia, ciudad que despide su Festival Internacional de Títeres con la satisfacción del deber cumplido, con la alegría de haber superado, un año más, las expectativas y haber sabido transmitir esa simbiosis que ciudad y festival tienen desde hace casi treinta años.
Durante la última semana, segovianos y visitantes han disfrutado de grandes actuaciones en calles, plazas, patios y salas de teatro. Entre el programa oficial y los artistas amateurs que acuden cada año a la ciudad durante la celebración de Titirimundi, todos los rincones respiraban teatro.
La programación, como no puede ser de otra manera, contemplaba lo mejor del panorama internacional. Titiriteros clásicos, ‘clowns’ y actores de los cinco continentes han desfilado por los distintos escenarios, demostrando que el arte no entiende de idiomas, pues daba igual que la compañía viniera e Taiwán, Reino Unido o Brasil, las emociones son similares en cualquier país y el humor tiene la fuerza de romper fronteras.
Y así, año tras año, Titirimundi ha ido ganando fuerza, convirtiéndose en un auténtico referente para otros festivales, pues, como explica su director, Julio Michel, a Segovia acuden cada año programadores de prestigio de otros países para ver qué es lo mejor y qué especáculos novedosos hay en el mundo.
Tanto ha crecido el Festival Internacional de Títeres de Segovia que el próximo año celebra su trigésimo aniversario. “En ningún momento nos lo planteamos, no pensábamos que pudiera durar ni tres años”, reconoce Michel, quien asegura que, de todos modos, da igual la edición que se celebre, lo importante es que el festival siga adelante y, por ello, el próximo año “trabajaré igual que este, que es la 29 edición, e igual que lo haré el siguiente, cuando sea la 31. Con lo que tenemos, siempre vamos a hacer lo mejor posible”.
Y una parte fundamental para conseguirlo son los voluntarios. Más de un centenar han colaborado con la edición de este año y de ellos depende no solo la colocación de las sillas para que el público pueda ver los espectáculos, sino que tienen otras funciones, como acompañar a los artistas por la ciudad, para que se sientan como en casa y puedan asistir a otros espectáculos. “Ese contacto entre los artistas y los voluntarios, que hacen de puente con la ciudad, es fundamental”, afirma Michel, “porque esto [Titirimundi] es un lugar de encuentro, los artistas vienen a vivir el Festival, a mostrar lo que hacen y ver lo que hacen los compañeros y se crea así una complicidad que no hay en otros festivales; y se vive mucho el encuentro entre los artistas y los ciduadanos, de manera natural, gracias también a los voluntarios”.
Todo ello marca la diferencia y hace de Titirimundi un Festival único. “A mí me interesa crear un acontecimiento especial, alrededor del arte, de la expresión artística en una determinada ciudad, con un determinado público…”, concluye Michel.