Afortunadamente la invocación a la lluvia no surtió efecto. Tuvo que ser una regadera de fabricación casera la que mojara al público que asistía a un espectáculo de Titirimundi en la Plaza Mayor a pesar de que los hermanos Marcik, Vita y Jarda, hicieron repetir a niños y grandes la frase fatídica: “Que la lluvia haga / que la remolacha no sea vaga / y que haya mucha / para que la podamos comer con trucha”.
La lluvia no hizo acto de presencia en la primera jornada del festival aunque el cielo estuvo gris, con calima, y las temperaturas llegaron a superar los treinta grados en la parte central del día. Puede ser premonitorio de lo que espera en los cuatro días que restan de Tititirimundi: buen tiempo —incluso las predicciones apuntan a un deseado descenso de las temperaturas—, mucho público —la organización calcula que podrían superarse los 50.000 espectadores en esta edición— y la oportunidad de disfrutar de espectáculos de gran calidad que este año, como ha repetido en varias ocasiones el director del evento, Julio Michel, se caracteriza por una programación de gran nivel para adultos.
Precisamente, buen comienzo en los teatros el de ayer con ‘Leo’, un montaje original de teatro de la ilusión que se sirve del videoteatro. La artífice es la compañía Y2D Producciones (Canadá-Alemania) que juega con la libertad personal haciendo frente a las leyes de la gravedad (más información en página 5).
Primeras impresiones
Temprano empezaron las sesiones escolares de ‘Adiós Bienvenida’, por la compañía española Mimaia, en La Cárcel, con niños procedentes del colegio Santa Eulalia de Segovia pero también de la provincia, de Aguilafuente, Bernardos, Coca, Sanchonuño, etc. En total fueron casi 300, entre alumnos y profesores, los que disfrutaron ayer de estas funciones. También hubo sesiones de Titiricole, iniciativa en la que los escolares preparan funciones de marionetas para representarlas durante el festival.
En cuanto a los espectáculos de calle, San Martín volvió a convertirse en el gran anfiteatro de Titirimundi, y el encargado de abrir el programa en una de las plazas emblemáticas del festival fue Rod Burnett y sus inseparables Punch y Judy, viejos amigos de Segovia, frescos y estimulantes como si hubieran nacido ayer a pesar de pertenecer a una antigua tradición de marionetas de guante del Reino Unido. La crueldad —el bebé termina convertido en embutido, y perdón por el spoiler— queda diluída por el fino humor que destilan los personajes de este entrañable teatrillo. Nada más gratificante que la carcajada de un niño, o de “cienes” de ellos como decía una pequeña. Entre el público, muchos escolares de un colegio público de Collado Villalba (Comunidad de Madrid) llegados a Segovia ex profeso a ver títeres.
En la Plaza Mayor, poco después, los citados hermanos Marcik, jóvenes con vaqueros rotos, muy rotos, pero herederos de una tradición de marionetistas de hilo muy arraigada en la República Checa. Su compañía ambulante ‘Já toj sem’ presenta este año un precioso tiovivo de cuentos, con un telón superior desde el que en ocasiones intervienen los dos hermanos y en el escenario inferior unos títeres que no desmerecen al tiovivo en estética. Sus cuentos, contados en un raro acento ¿mexicano’, se entrelazan con números musicales extravagantes en los que buscan la complicidad del público infantil y, cómo no, también de los adultos acompañantes o curiosos.
En definitiva, un buen comienzo que por la tarde se completó con varias sesiones del siempre fabuloso Circo de las Pulgas, este año en el patio de Abraham Seneor (judería), y Magali Chouinard y ‘La femme blanche’ en el del Colegio de Arquitectos de la calle Marqués del Arco.
Jordi Beltrán estuvo en La Fuentecilla y Men in Coats se estrenaron en San Martín, mientras el Carrusel Magique funcionó a pleno rendimiento en el Azoguejo.