Al hacerse con el control de la estratégica ciudad iraquí de Ramadi, Estado Islámico propinó un triple golpe a sus enemigos: primero, despejó cualquier asomo de duda sobre su presunto debilitamiento; segundo, aterrorizó a la población suní hasta el punto de que nadie quiere atreverse a formar una milicia como la que luchó contra Al Qaeda, sobre todo sin el apoyo en tierra de EEUU; y tercero, los yihadistas dan un paso más hacia su gran objetivo: honrar su propio nombre y convertirse, literalmente, en un estado islámico.
“Estado Islámico combate como un estado”, explica el experto David Kilcullen, antiguo estratega principal de operaciones antiterroristas y de contrainsurgencia del Gobierno de EEUU. “Sus unidades están organizadas jerárquicamente porque está repleto de antiguos oficiales del régimen de Sadam Husein. Hay una estructura de rango”, apunta Kilcullen.
Potente estructura
Dicha estructura militar es solo un aspecto más de una organización que reúne todas las características que definen a un estado nación. Estado Islámico controla los recursos —petróleo, gas, tierra cultivable, agua— de un territorio que abarca un tercio de Irak y de Siria, con ciudades principales como Mosul y Ramadi; cuenta con su propia fuerza de seguridad interna, configuró una suerte de administración civil que regula el funcionamiento de los servicios públicos e impuso un sistema judicial amparado en la ley Islámica.
La toma de Ramadi y el avance inexorable de Estado Islámico en la histórica ciudad antigua de Palmira, en Siria, puso de relieve la ineficacia de las operaciones contra el grupo yihadista. Estados Unidos limitó su participación a ataques aéreos contra posiciones terroristas e insistió en que no volverá a desplegar soldados en suelo iraquí, mientras que el Ejército sirio está desarbolado, con demasiados frentes abiertos.
Por todos estos factores, la creación de una milicia como la establecida en Irak contra la célula de Al Qaeda en la provincia de Anbar desde 2006 a 2009 es harto improbable. “El debate ahora en la comunidad suní es que los suníes que cooperaron con el Ejército iraquí para defender Ramadi han perdido y son incapaces de enfrentarse contra Estado Islámico”, opina el analista Hasán Hasán.
“Ahora”, culmina el experto, “cualquier comunidad suní que intente plantar cara a Estado Islámico se lo pensará dos veces: los suníes están comenzando a aceptar a Estado Islámico como su propio Ejército. Ramadi ha sido una idea que ha durado diez años, y que ahora se ha colapsado”.
La victoria de Estado Islámico en Ramadi y su triunfo en Palmira eclipsó la derrota sufrida en Tirkrit, el lugar de nacimiento de Sadam Husein. Con la toma de Ramadi, Estado Islámico ahora puede acercarse a la frontera con Jordania y Siria, mientras su potente máquina de propaganda continúa reclutando jóvenes.
