El 6 de abril de 1915 El Espinar vivió un día histórico. Atendiendo a un decreto del Gobierno de España que establecía la obligatoriedad de que todos los ayuntamientos celebraran la denominada fiesta del árbol, el de El Espinar eligió ese día para llevar a cabo una plantación, en el paraje de “El Cabezuelo”, que acabó siendo el origen del parque Cipriano Geromini.
Primero se ofició una misa, como resultaba obligado en cualquier fecha señalada de aquella época. A continuación, numeroso público se congregó en la Plaza de la Constitución, desde donde las autoridades locales encabezaron el desfile hacia el paraje donde habían de fijarse los árboles. Ya allí, hubo discursos del alcalde, Cipriano Geromini, el ingeniero Marcelo Negré, el párroco y el maestro, para proceder a continuación a la plantación por parte de los niños y niñas de la escuela. El pastelero Antonio Yagüe recuerda ahora haber escuchado a una de sus abuelas, presente en aquel acto de hace un siglo, una canción aprendida en la escuela para la ocasión: “A plantar, a plantar arbolitos / pronto el suyo tendrá cada cual / ¡ay del niño que bien no lo cuide! / señalado de todos será…”. La jornada incluyó una merienda, en la Plaza de la Corredera, amenizada con música de la tierra.
En los años 20, según consta en el Archivo Municipal de El Espinar, las dimensiones del parque fueron aumentando. Se realizó además una parte de su cerramiento, se colocaron puertas, se habilitó una fuente e, incluso, se instaló un quiosco para la venta de refrescos… En un momento en el que en España se habían puesto de moda los parques públicos (el de María Luisa, en Sevilla, fue inaugurado en 1914), El Espinar quería estar en la vanguardia, enorgulleciéndose de contar con un espacio de esparcimiento dentro de su casco urbano.
Las mejoras siguieron en los años 30. La idea más llamativa de esa etapa fue llevar allí, en verano, libros de la Biblioteca Municipal, para que los paseantes pudieran disfrutar de su lectura en alguno de los bancos. En los 40 y 50, merced a sucesivas ampliaciones y a la construcción de tapias de cerramiento, la dimensión del parque quedó totalmente definida.
Ya en la última década del siglo XX, la Escuela Taller Municipal trabajó en el parque llevando a cabo importantes reformas en el sistema de riego o el alumbrado. Finalmente, en el arranque del siglo XXI, se diseñó un ‘Plan Integral de Actuación’ que contemplaba, entre otras medidas, la introducción de árboles autóctonos.
Cipriano Dorrego, un enamorado del parque, destaca su valor medioambiental, considerando que forma “un pequeño ecosistema” con gran biodiversidad. A modo de ejemplo curioso, Dorrego revela que, a pesar de situarse en un casco urbano, “hasta hace muy poco ha albergado un nido de búho real”. Por otra parte, enfatiza en la existencia de numerosos árboles monumentales de diversas especies, entre los que él siente especial predilección un chopo en forma de candelabro.
El centenario del parque no ha pasado desapercibido para los espinariegos, que preparan una jornada de conmemoración de la efeméride. Será el próximo 1 de mayo. A falta de confirmar el programa, se pretende llevar a cabo un desfile desde la Plaza de la Constitución al parque, al modo del acaecido hace un siglo. Ya en el parque, se procederá a plantar árboles y a entregar los premios del concurso de relato corto convocado para la ocasión. Gracias a la colaboración de varias empresas (Valoriza, La Caixa y Bankia), así como del CIT de El Espinar, se regalarán plantones a la concurrencia. Habrá refresco para todos los asistentes, amenizado con música. Y, ya por la tarde, para acabar los actos, un espectáculo folclórico en la Plaza de la Corredera.