Eric Montefusco no es un músico al uso. Su propuesta escénica y musical se sitúa en las antípodas de cualquier otra, basada en un planteamiento intimista y casi litúrgico apoyada en canciones casi hipnóticas, de un pop brillante y sugerente que atrae al espectador y le sumerge en un ambiente rayano al misticismo. Con casi tres lustros de trayectoria a sus espaldas, el músico y compositor se asomó en la noche del viernes al escenario de la Sala Ex.Presa para ofrecer uno de los conciertos de PrisonWIC; una de las joyas de la cultura musical en la capital a la que alguien alguna vez debería volver la mirada para reconocer el esfuerzo de sus organizadores para situar a Segovia como uno de los principales satélites del «Planeta Indie» en España.
Un escenario en penumbra, iluminado por la luz de un pequeño neón que envuelve en circulo al cantante y al cuarteto de voces que le acompañan es el único aditamento del espectáculo «Mini-cénit», un formato reducido del espectáculo con el que ha presentado su último trabajo «Dentro de la luz».
En ese miniuniverso delimitado por un pequeño círculo de luz, Montefusco exhibió un catálogo de canciones que narran hechos cotidianos contados con sencillez; con esa descarnada sencillez que en ocasiones aturde y en otras emociona.
La voz de Montefusco resuena limpia a veces, desgarrada otras y siempre potente para narrar con eficacia las historias que cuenta en sus canciones, y su puesta en escena crea una ambiente litúrgico que invita al espectador a abandonarse en las sensaciones que mueven armonías y letras.
En una entrevista, Montefusco aseguraba que las canciones «no se acaban, se abandonan», y por ello las suyas están compuestas de forma que tarden mucho en agotarse y, me temo, mucho más en abandonarse.
