La canción «Viaje con Nosotros», de la Orquesta Mondragón, incluida en el álbum ‘Bon Voyage’, fue un auténtico boom a principios de los 80. El tema, con el que Javier Gurruchaga bautizaría ocho años después a su programa de variedades en TVE, supone la banda sonora perfecta a la exposición inaugurada ayer en el Museo Rodera y Robles. Y es que la muestra supone un auténtico viaje, esta vez al pasado, a la vida cotidiana de una ciudad como Segovia hace más de medio siglo. Es un pasaporte a la nostalgia, el sentimiento que, con seguridad, sentirán muchos segovianos que se acerquen a contemplar la muestra.
La exposición ’20 años del siglo XX’ transporta a la Segovia de los años 50 y 60 para mostrar, a través de 177 piezas, hoy de coleccionismo, y 71 fotografías, cómo era la vida de los segovianos, desde la televisión o lavadora que tenían en sus hogares, hasta las calles por las que paseaban, algunas casi irreconocibles al día de hoy, pasando por oficios y costumbres que entonces eran habituales, como cardar la lana o lavar la ropa a orillas del Clamores, en la pradera de San Marcos.
La muestra supone una visión amable de aquella Segovia que, a principios de los 50, empezó, poco a poco, a despojarse de los años más duros de la postguerra y la represión franquista y que, como en el resto de las capitales de provincias, se acercó tímidamente a la modernidad, con los primeros aparatos de televisión en los hogares y la circulación de los populares «Seiscientos».
De hecho, la exposición toma su punto de partida en 1950, con la llegada del Talgo a Segovia, el 13 de abril de aquel año, para mostrar la evolución de una ciudad y de los hábitos de sus gentes en las dos décadas posteriores.
Con la ayuda del director del Museo Rodera Robles y de la Academia de San Quirce, Rafael Cantalejo, «20 años del siglo XX» ha sido coordinada por tres «locos» del coleccionismo y del segovianismo militante —Juan Ignacio Davía San José, Juan José Bueno Maroto y Juan Pedro Velasco Sayago—, que han cedido para la muestra numerosos objetos y fotografías, algunas inéditas, como la diapositiva en color de la Plaza de la Artillería, de principios de los 60, que Velasco Sayago adquirió en una subasta por Internet y que tomó un fotógrafo norteamericano.
«El visitante a la exposición va a sentir morriña», explicaba ayer el propio Velasco Sayago, mientras fija su mirada en algunos objetos que custodia una de las vitrinas. Son, en total, 177 objetos, de lo más variado, tras una selección que, según uno de los artífices de la muestra, «no ha sido nada fácil», en atención a la limitación de espacio reservado para la exposición. El visitante podrá ver algunos objetos con los que jugaban los niños de la época, como canicas de masilla, un peón de madera, el clásico ‘tirachinas’, los ‘corchos’ reforzados con masilla y la cara de ‘ciclistas’ para el juego de las carreras de chapas, o los típicos coches ‘de chapa’. También cuadernos de caligrafía, enciclopedias o catecismos; además de tebeos de la época.
Una vitrina esta dedicada a la época ‘ye yé’ o, como apuntó Velasco Sayago, al clásico «Seiscientos», donde puede verse un tocadiscos y el clásico ‘perrito’ de plástico que se colocaba en la bandeja trasera y movía la cabeza cuando empezaba a rodar el vehículo.
En la exposición, piezas únicas, como la primera lavadora automática de España, de 1951, y el televisor marca Askar, de finales de los 60. Velasco Sayago recordó ayer que TVE comenzó a emitir en 1956, aunque no fue hasta dos años después, en 1958, cuando se instaló el repetidor en el «Alto de las Guarramillas», en Navacerrada. La exposición recuerda como las primeras señales llegan a Segovia en agosto de aquel año, en la casa del arquitecto Pedro Escorial, gracias a un antena ideada por el ingeniero Arribas Werther.
La tecnología de hace medio siglo está también presente con la primera máquina de afeitar Philipshave o el aparato de radio «Iberia». En las vitrinas, la colección de cromos «El Cid» y ejemplares de periódicos como «Arriba», «Pueblo» y la «Hoja del Lunes», y de la revista «La Codorniz», con una ilustración en la portada de Antonio Madrigal.
En otras vitrinas, botellas que son hoy auténticas obras de arte, de La Casera, de Whisky Dyc; de Pepsi, Cinzano, Kas o Coca-Cola; objetos como un matamoscas, pegamento Imedio, Polil, una bolsa de pipas «San Facundo», una pastilla, de medio kilo, de Jabón Lagarto, una tableta de chocolate «Herranz», una cajetilla de tabaco «Celtas», un bote de Cola-Cao, una caja de Maizena, y hasta un rollo de papel higiénico de “El Elefante”.
Aunque piezas y objetos garantizan el asombro del visitante, la muestra fotografía que completa la exposición (que incorpora en el folleto de presentación un texto de Fernando Ortiz) refuerzan su absoluto atractivo.
«Son fotografías con vida, no solo antiguas, porque en todas se ve gente, muchas veces en movimiento», explicó Velasco Sayago, que explica que las imágenes proceden de las colecciones de los coordinadores de la muestra, aunque también algunas han sido cedidas por el Archivo Histórico y por particulares.
Entre las imágenes, la de la avenida de Fernández Ladreda, con aquella tómbola de caridad; unos barrenderos con su carro, en plena faena, o los guardias de Tráfico en la Plaza del Azoguejo, con el aguinaldo navideño a sus pies. El mirador del Paseo del Salón, las ferias y fiestas en Fernández Ladreda, aquella campaña de desratización que se hizo por las calles de de Segovia, el interior del desaparecido cine Cervantes, el Corralillo de San Sebastián o una plazuela de José Zorrilla, irreconocible, forman parte de la batería de fotografías llamadas a provocar la nostalgia del espectador.
Otras fotografías llamativas, de entre las 71 que recoge la exposición, son la de la Playa de las Arenas, las mujeres lavando a las orillas del Clamores, o una misa con el sacerdote de espaldas, antes, en consecuencia, del Concilio Vaticano II. Y el visitante también podrá visualizar al panadero, el heladero, el puesto de caramelos, la castañera o el limpiabotas; además de los entonces populares ‘aparcacoches’.
«20 años del siglo XX», que permanecerá abierta hasta junio de 2016, supone una mirada a la Segovia de hace más de medio siglo que supondrá para muchos segovianos revivir su infancia, adolescencia, y primera juventud. Un pasaporte a la nostalgia.
