El magistrado Sergio Mattarella prestó juramento este martes como presidente de la República de Italia con un discurso en el que prometió su imparcialidad y en el que, entre otras cosas, defendió que el Parlamento saque adelante las reformas pendientes y reclamó que sea prioritaria la lucha contra la corrupción.
“En el lenguaje corriente se suele traducir la función del jefe de Estado como el papel de un árbitro, de garante de la Constitución. Es una imagen eficaz”, afirmó Mattarella, subrayando que “el árbitro debe ser, y será, imparcial”. En este sentido, pidió a los “jugadores que le ayuden con su corrección”, en un mensaje a los partidos políticos.
Mattarella, que fue elegido este sábado como sucesor de Giorgio Napolitano, expresó su deseo de que se complete la reforma de la Constitución para que “nuestra democracia sea más adecuada”. Hay que “reformar la Constitución para reforzar el proceso democrático”, opinó, reclamando igualmente que se apruebe una nueva reforma electoral.
Igualmente, el nuevo presidente de la República pidió que el parlamento “no sea una expresión de un segmento de la sociedad o de intereses particulares, sino que represente a todo el pueblo italiano” y que todos sus integrantes estén “al servicio del país”. Además, llamó a la “unidad” entre el norte y el sur y reclamó “responsabilidad” a los parlamentarios.
Prioridades
En otro orden de cosas, incidió en que “la lucha contra la mafia y la corrupción son prioridades absolutas” ya que la “corrupción ha alcanzado un nivel inaceptable” en el país mientras que “es alarmante la difusión de las mafias, antiguas y nuevas, incluso en zonas geográficas históricamente inmunes”.
Sergio Mattarella, de 73 años y cuyo hermano fue asesinado por la Cosa Nostra en 1980, hizo referencia en este punto a los “héroes” en la lucha contra la mafia, los jueces Giovanni Falcone y Paolo Borsellino, que perdieron la vida a manos de la mafia siciliana en dos atentados en 1992.
El nuevo jefe de Estado también hizo mención al problema del terrorismo yihadista, pero advirtió de que no se debe afrontar este “reto terrible desde la óptica del choque entre religiones o civilizaciones” ya que sería “un grave error”, a su juicio.
