Hay sabores que desde el primer bocado tienen la capacidad de transportar a la infancia, a las mañanas de nervios y papel de regalo, a los ansiados juguetes y al último día de las vacaciones navideñas. Este es el caso del roscón de reyes, una tradición a la que los segovianos siguen siendo fieles según la Asociación de Pasteleros de Segovia.
Los establecimientos segovianos despachan una media de mil roscones cada Navidad según afirmó ayer en declaraciones a EL ADELANTADO el presidente del gremio, Jesús Manso, poco después de acabar con dos días de verdadera maratón para los pasteleros. Y es que, mientras el turrón, los polvorones y los mazapanes endulzan los hogares y las reuniones familiares desde Nochebuena, el roscón es el rey la tarde del 5 y el día 6 de enero.
Este tradicional dulce hunde sus raíces en la cultura romana y un bollo relleno, con un haba seca en su interior, que se repartía entre plebeyos y esclavos tras el solsticio de invierno. Sin embargo, el roscón tal y como lo conocemos hoy procede de la Francia medieval y su particularidad nace de la masa utilizada que, tras varias etapas de fermentación, adquiere una textura pesada pero esponjosa. Además, en su masa se incluyen ralladuras de naranja o limón y agua de azahar y para la decoración se utiliza azúcar, almendras y frutas escarchadas o confitadas.
Para su elaboración, un obrador artesano invierte unas tres horas de trabajo, aunque “lo más importante es que los ingredientes sean de primera calidad”, señaló Manso quien añadió que “la ausencia de conservantes de los roscones artesanos hace que su consumo esté indicado en dos o tres días”. De ahí que muchas pastelerías echen horas extra en estos días y los clientes aguanten largas colas. “Hay que agradecer esa paciencia”, afirmó Manso.
Con el paso del tiempo este bollo dulce ha sufrido ligeras variaciones, la más significativa la del relleno que puede ser de crema, nata o trufa, aunque ya hay propuestas más atrevidas con sabores como mango o fresa. En palabras de Manso, los segovianos siguen decantándose por el relleno más tradicional.
En cuanto al regalo del interior, lo más habitual es que los pasteleros introduzcan pequeñas figuritas y la tradición dice que la persona que lo encuentra debe pagar el roscón. El presidente de los pasteleros explicó que algunas familias encargan estos dulces y llevan sus propios regalos, desde anillos a algún billete, “con el que los padres o abuelos alegran a las familias”, concluyó.
