Representantes del Gobierno yemení y de los rebeldes huthis inician mañana en Ginebra (Suiza) conversaciones separadas con el enviado especial de Naciones Unidas, Ismail Ould Cheikh Ahmed en lo que será un intento poco esperanzador de devolver la paz a Yemen habida cuenta de la reticencia de ambas partes a variar un solo ápice sus convicciones.
Tal y como están las cosas, ni siquiera se espera que ambas partes compartan mesa de negociación. El enviado se reunirá por separado con las partes yemeníes enfrentadas durante las llamadas “conversaciones de proximidad” con la esperanza de que Gobierno y rebeldes “acaben sentándose al final a la misma mesa”, según el portavoz de Naciones Unidas Ahmad Fawzi.
Las conversaciones intentan poner fin a meses de conflicto armado desde la conquista de la capital de Yemen, Saná, por parte de los rebeldes huthis en septiembre de 2014. Ahora, el Gobierno yemení se encuentra en el exilio en Riad (Arabia Saudí), con el presidente Abdo Rabbu Mansur Hadi a la cabeza, y una coalición internacional liderada por el reino árabe bombardea habitualmente las posiciones rebeldes y dejan decenas de víctimas colaterales.
La ONU anticipa la lentitud del proceso. “Se trata de las primeras consultas que involucran a las diferentes partes del conflicto, y por lo tanto suponen un paso importante para que ambos bandos, esperamos, se embarquen en un camino hacia un acuerdo”, según Fawzi. El secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki Moon, estará presente en el día inaugural de las conversaciones, que esperan “crear una nueva dinámica para cimentar la confianza entre las partes y arroje beneficios claros a la población”, lo que no parece muy probable.
“Todas las partes en conflicto están atrincheradas en sus posiciones y siguen apostando por seguir con la guerra en lugar de alcanzar un acuerdo político”, declaró el analista yemení Bari Taher. El motivo, argumenta, es la insistencia del presidente Hadi en que las conversaciones se limiten a la puesta en práctica de la Resolución 2216 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, que insiste en que los huthis abandonen las principales ciudades del país.
Por ello, ni los huthis ni su presumible aliado, Irán, tienen especial prisa por ceder terreno, máxime cuando intensificaron su avance a pesar de los constantes bombardeos sobre sus posiciones.
