Segovia alcanza hoy un prestigio internacional incuestionable, entre otros muchos motivos, por su ingente patrimonio y, particularmente, por su Acueducto romano. Éste fue, curiosamente, uno de los propósitos de su construcción, en tiempos de Trajano, hace más de 2.000 años, la de prestigiar una ciudad que, por entonces, apenas superaba los 5.000 habitantes, aunque tenía recursos y un cierto desarrollo; un poder económico, tras 200 años de ‘romanización’, que permitió al pequeño municipio segoviano, previsiblemente con ayuda del Imperio, sufragar una obra de envergadura, contratada tras un proceso de licitación pública, diseñada por arquitectos e ingenieros de primer nivel, y que llegó a costar entre dos y diez millones de sestercios.
La cantidad es importante. El Acueducto supuso un gasto nada despreciable, pese a que se utilizó también mano de obra esclava, si se tiene en cuenta que el mantenimiento de una legión romana durante un año suponía a las arcas de Roma alrededor de tres millones de sestercios.
Estos y otros aspectos —quizá menos conocidos— en torno al monumento romano fueron tratados ayer por el arqueólogo e historiador, director del Museo de Segovia, Santiago Martínez, en la conferencia “El Acueducto de Segovia: infraestructura y arquitectura romana. Imagen y poder”. La conferencia, que tuvo lugar en el salón de actos del Torreón de Lozoya, fue organizada por la Fundación Caja Segovia, y se enmarca dentro de las actividades paralela a la exposición sobre acueductos de Portugal que acoge el histórico inmueble.
Martínez explicó el funcionamiento del Acueducto en época romana y expuso cuáles eran los sistemas de captación, transporte y distribución, conocidos “por los datos que se disponen”; puesto que “salvo las arcadas principales en la zona de la ciudad, del resto del trazado, durante 14 kilómetros, no es bien conocido, y ni siquiera estamos seguros de que el actual trazado [que baja de la sierra, hoy señalizado] sea el mismo que el del acueducto romano”.
El arqueólogo explicó el significado y cronología del monumento y se detuvo a desvelar la visión que tenía el mundo romano sobre estas obras públicas. El Acueducto era una infraestructura para el abastecimiento de agua a la ciudad, aunque también, según resalta el director del Museo de Segovia, fue una “expresión del prestigio de la ciudad romana de Segovia y de poder del propio imperio romano”. Sencillamente, añade el historiador, era “mucha imagen” de cara al exterior.
El mundo romano consideraba las grandes obras públicas como imagen del poder, del desarrollo económico y de integración de sus provincias dentro del modelo de civilización romana. “Era para satisfacer las necesidades cotidianas de agua corriente, para los espacios públicos y actividades económicas, pero también era una demostración del orgullo ciudadano, de ostentación y esplendor del municipio romano en época de Trajano cuando fue construído”, resaltó Martínez.
Según el investigador, una obra de este tipo, con cierto porte económico, evidencia un “gran dinamismo social y económico” en el momento de su construcción y es fruto de un proceso de integración y efervescencia cultural tras 200 años de romanización.
Segovia en época romana, sostiene el historiador, “no era un gran centro administrativo”, aunque sí atesoraba una cierta capacidad comercial, además de gestionar y explotar un amplísimo territorio que se extendía a los dos lados de la Sierra de Guadarrama, en lo que hoy son las provincias de Segovia y Madrid. Segovia contaba con unos 5.000 ó 6.000 habitantes, lejos, no obstante, de las ‘capitales provinciales’ como Mérida, que tenía el doble de población.
No obstante, en Segovia, mantiene Martínez, había, casi con toda seguridad, grandes casas privadas, donde residía la élite económica y política de la ciudad. Su actividad económica procedía del cereal en la campiña, de la explotación de los pastos a pie de monte, a los dos lados de la sierra; además de que era una ciudad con notable actividad comercial, al ser punto de paso principal entre las dos mesetas y lugar de tránsito de la ganadería trashumante procedente del Alto Duero hasta Extremadura. Y, seguramente, según el arqueólogo, también contaría con una artesanía especializada en lanas, cueros y textiles interesante.
“Era una ciudad con recursos económicos. Esto permitió al erario municipal, con inversiones privadas, habilitar fondos para construir el Acueducto y es posible también que exista una parte de financiación por parte del fisco del Imperio”, sostiene el director del Museo de Segovia.
Martínez cree que debió existir algún tipo de relación de Segovia con el poder central de Roma “que desconocemos”; una sospecha que se trasluce en que la envergadura de la obra y sus características técnicas implican la necesaria presencia de ingenieros y arquitectos de cierta importancia. Pudieron ser militares, en tanto que el ejército romano contaba con ingenieros para la construcción de puentes, acueductos o calzadas, aunque también ingenieros civiles, ya que “entre el siglo I y II después de Cristo las ciudades romanas experimentaron un amplio desarrollo y efervescencia urbanística”.
En opinión de Martínez, para la construcción del Acueducto “seguramente la propia ciudad habilitó fondos y previsiblemente también mecenas locales puesto que con este tipo de donaciones públicas se les reconocía prestigio y permitía medrar para hacer carrera política”. También, reitera, la obra contara con financiación del Imperio.
En la construcción de la obra hidráulica participaron centenares de operarios. Fue sometida a licitación pública, con subastas y participación de subcontratas, que pusieron a trabajar a operarios aunque también a esclavos. Según insiste el historiador, uno de los objetivos era demostrar que los habitantes de Segovia “somos parte importante del Imperio, que con este Acueducto somos tan romanos como los de Roma”.
¿Queda mucho por descubrir de la huella romana en Segovia?. El historiador lo tiene claro: “Sabemos muy poquito, todo queda hoy bajo tierra, apenas conocemos de forma fehaciente un 1% de lo que fue Segovia en época romana”, añade Martínez, autor de la obra “El Acueducto de Segovia. De Trajano al siglo XX”. Lo que está claro y nadie duda que Segovia era entonces parte del Imperio. Y aquella obra concebida para dar prestigio a la ciudad le sigue dando notoriedad dos mil años después.
