Como la sangre que fluye por las venas. Así fue la novena Media Maratón. Un torrente de corredores —más de 3.000— inundó las calles de la ciudad, regalando colorido y alegría a las arterias por donde pasaban. El entusiasmo de los atletas se trasmitió a un público que se entregó totalmente. Y esa comunión entre unos y otros proporcionó un precioso espectáculo, digno de recordar. Esta Media Maratón forma, ya, parte de las señas de identidad de la Segovia de inicios del siglo XXI.
Engancha. Dice Santiago Alonso que el atletismo engancha. “Se sufre corriendo, pero te ocurre lo mismo que con la resaca de una juerga; te lo has pasado tan bien en la fiesta que al día siguiente vuelves, a pesar de que te duelen todos los huesos”, explica. Ayer, él se levantó, se colocó su inseparable camiseta de la Gimnástica Segoviana y marchó al Azoguejo, convertido en un hormiguero de locos por el atletismo, llegados a Segovia no solo desde todos los puntos de la provincia, sino de toda España y de un puñado de países. Los dos peruanos que se citaron en Segovia, residiendo uno en India y otro en México, revelan en qué se ha convertido esta prueba, en punto de encuentro.
Quien participa un año, repite. Demetrio Albornos se inscribió la primera edición, y desde entonces nunca ha fallado. Entrena, con gusto, dos o tres días a la semana durante todo el invierno, para estar preparado el día D. “No me pongo ninguna meta, simplemente quiero disfrutar”, asegura. Los que, como él, querían participar y no pudieron hacerlo por alguna circunstancia tenían una pizca de envidia. Era el caso de Jesús de Real. “Voy a echar de menos el cañonazo, la salida, el buen ambiente, la música… Al año que viene volveré, no tengo duda”.
El cañonazo, puntual. Todos a correr. Los atletas, por el recorrido. Sus acompañantes, en dirección al punto donde se iban a ver pasar a sus seres queridos, animándolos con un grito o una pancarta.
Mónica y Alicia, de la norteña ciudad de San Sebastián, llegaron a Segovia el viernes, con sus dos maridos, atletas, y otros familiares. El sábado visitaron los principales monumentos y comieron cochinillo, “riquísimo”. Ayer, la carrera, y de regreso a casa. Del sur de España, en concreto de Campillo (Málaga), llegó María del Carmen Pérez, con su novio y su suegro, ambos corredores. “Va a llegar a meta antes mi suegro”, pronosticaba, agregando que para su novio, la de ayer era únicamente un test para la maratón de Madrid.
Amén de los foráneos, miles de segovianos se echaron a la calle, a aplaudir a los corredores. Óscar Gil lo hizo con la intención de que su hijo pequeño se vaya aficionando al deporte. Rubén Barrio, para alentar a unos cuantos amigos. Y Merche Gómez, porque confesaba que la gusta “ver correr”. “Los que participan se lo pasan muy bien —añadía— y los que lo vemos disfrutamos de una mañana de domingo estupenda”.
Como es habitual, no faltaron pancartas de ánimo. “¡Ánimo, Davinia!. Te quiero”, rezaba la elaborada artesanalmente por el canario David Santana. Otros, como Los Silverios, pensaron que la mejor forma de colaborar era ofreciendo, junto al mercado de La Albuera, jamón y vino. Más de uno paró, a darse un capricho.
La música insufló energía a los atletas a lo largo del trayecto. Hubo para todos los gustos. Desde la de las campanas de las iglesias hasta el rock and roll, pasando por la de las dulzainas, los ritmos latinos del llamado ‘zumba’ o el canto coral. De todo, vamos.
En la meta, junto al Acueducto, y tras haber superado los 21 kilómetros, se sucedieron las celebraciones originales. Padres que hicieron los últimos metros llevando en brazos o agarrando con una mano a sus hijos más pequeños, besos al cielo en recuerdo de algún fallecido… Los corredores, exhaustos, apenas podían articular palabra. Pero se les veía satisfechos. “¿Lo mejor? El público, sin duda. ¡Ah!, y el recorrido, que es muy bonito”, resumía el murciano Eduardo Navarro.
A media mañana, Segovia era una fiesta. Una fiesta sana. El buen ambiente era perceptible. Y los organizadores respiraban tranquilos, por fin. Uno de ellos, Óscar Moreno, se ufanaba del éxito. “Somos el Caja Segovia de las medias maratones; estamos al nivel de Madrid, Valencia o Sevilla”. Dicho sea.
Un día para recordar
La Media Maratón brinda tantas historias como participantes. Mejor dicho, muchas más. Se podría hacer un largo listado de las formas para animar a los corredores. Ayer hubo quien cogió una carraca para hacer ruido (foto 1). Y una entrañable mujer ofrecía gajos de naranja, cerca de la Plaza, a los atletas (foto 2). Esta Media Maratón, muy alabada por los corredores, se ha convertido para ellos en un punto de encuentro. O si no que se lo digan a Guery Cárdenas y Pablo Kohasti, dos dos peruanos que se citaron en Segovia, viviendo en India y México (foto 3).
