El ser humano está eliminando el Amazonas, el mayor pulmón verde del planeta y el principal receptor de CO2. Aunque la afirmación parece catastrofista e, incluso, apocalíptica, lo cierto es que, según revela un artículo publicado en la prestigiosa revista Nature, la actividad humana en el uso del suelo de la cuenca del Amazonas ha comenzado a modificar los ciclos de interacción de aire que entra desde el océano Atlántico, la transpiración de agua en el bosque y la radiación solar en esta vasta área de América del Sur. Estas evidencias sugieren que la Amazonia puede estar en una transición de sumidero a emisor neto de carbono.
Además, el informe muestra que las interacciones en curso entre la deforestación, los incendios y el cambio climático tienen el potencial de alterar el almacenamiento de carbono, los patrones de lluvia y caudal de los ríos en una proporción aún mayor de toda la cuenca.
La investigación realizada a gran escala sobre la biosfera y atmósfera en la Amazonia, dirigida por el Woods Hole Research Center (WHRC) y capitaneada por el científico Eric Davidson y 13 colegas más de Brasil y Estados Unidos, ofrece como resultado la elaboración de un gráfico en el cual se pueden observar claramente las conexiones entre el cambio del clima, la expansión agrícola, la tala y el riesgo de incendios.
Este enfoque tiene en cuenta las transformaciones en las emisiones de gases de efecto invernadero, y los ciclos de energía y agua. En este sentido, se encontraron signos de transición hacia un régimen dominado por las alteraciones en las partes meridional y oriental de la cuenca del Amazonas. «Un fuerte síntoma de un nuevo sistema de perturbaciones es el elevado número de recientes grandes incendios forestales, que son muy frecuentes y que ocurren cada pocos años, en comparación con algún foco que se producía cada dos siglos en el pasado», asevera la co-autora Jennifer K. Balch.
Desde el río Amazonas se produce aproximadamente el 20 por ciento de la descarga mundial en el mar de agua dulce y la selva contiene cerca de 100.000 millones de toneladas de carbono (por valor de 10 años de emisiones globales de combustibles fósiles).
«Este nuevo estudio documenta los cambios en el caudal del río, la sedimentación en los afluentes, y el alargamiento de la estación seca en los flancos sur y este de la cuenca», señala el doctor e investigador Davidson.
El proyecto científico de WHRC demostró que la selva amazónica es resistente a las variaciones climáticas considerables de año en año, pero este aguante puede ser superado por una sequía grave o prolongada. La evidencia apunta a un sistema biofísico en transición, por lo que es preciso una mejor comprensión de las ventajas y desventajas entre la cobertura del suelo, las reservas de carbono, los recursos hídricos, la conservación del hábitat y el desarrollo económico en los escenarios futuros de cambio climático y uso de la tierra.
Los esfuerzos de Brasil para frenar la deforestación han llevado a una disminución significativa de la tala de bosques en la cuenca amazónica, de cerca de 28.000 kilómetros cuadrados en 2004 a menos de 7.000 en 2010, pero, al mismo tiempo, la incidencia de los incendios no ha disminuido.
Con el país carioca a punto de convertirse en una gran potencia económica, el estudio destaca que las mejoras en tecnológica y recursos humanos son necesarias para guiar y gestionar el desarrollo futuro sostenible en la región.
