Con su inminente puesta en libertad tras cumplir su condena, Luis Roldán inicia el próximo día 19, con 66 años, una nueva etapa de una biografía vivida a la carrera y que le permitió ser el primero en llegar a muchos sitios: a la política en una democracia recién estrenada, a la dirección de la Guardia Civil y a la corrupción que tiñó de escándalo los 80 y 90.
Nacido en Zaragoza, hijo de un taxista y una ama de casa, Roldán estudió hasta Bachillerato -aunque más tarde incluiría en su currículum una inexistente licenciatura en Ciencias Empresariales y un máster en Economía igualmente falso- y se afilió al PSOE en 1976, cuando Franco acababa de morir y España descubría la pasión por la política.
Las primeras elecciones municipales celebradas en la democracia, las de 1979, le dieron acceso a un acta de concejal y el puesto de teniente de alcalde de la capital aragonesa, desde el que posteriormente dio el salto a la Asamblea Provisional de la región, germen de las actuales instituciones autonómicas.
No duró mucho Roldán en el puesto porque en diciembre de 1982, con el triunfo del PSOE de Felipe González y Alfonso Guerra en las elecciones generales, fue designado delegado del Gobierno en Navarra, territorio hostil marcado entonces por ETA.
La experiencia le valió para convertirse, el 31 de octubre de 1986, en el primer civil nombrado director general de la Benemérita, un cuerpo formado por 75.000 agentes que le recibió no sin reticencias, pero frente al que cosechó algunos éxitos sonados en la lucha antiterrorista.
Uno de ellos fue la desarticulación, en 1992, de la cúpula de ETA en Bidart (Francia) o la detención, dos años antes en Sevilla, de Henri Parot, miembro del comando itinerante de la banda que había sembrado de muerte buena parte de España.
Junto a las luces, las sombras, como el suicidio en 1990 de dos etarras acorralados en la Foz de Lumbier (Navarra), que arrojó un cúmulo de críticas y dudas sobre la actuación de los guardias civiles, o el desmantelamiento a finales de 1992 de la unidad antidroga de su departamento (Ucifa), 14 de cuyos miembros fueron procesados por pagar supuestamente con drogas a confidentes del cuerpo.
A finales de 1993, la dimisión de José Luis Corcuera después de que el Tribunal Constitucional anulara varios artículos de la Ley de Seguridad Ciudadana convirtió a Roldán en uno de los favoritos para convertirse en ministro del Interior, pero una investigación periodística se cruzó en su camino.
El periódico Diario 16 informó del espectacular incremento experimentado por su patrimonio y de la adquisición, entre otras propiedades, de dos chalés en Andalucía, un piso de más de 300 metros en pleno paseo madrileño de la Castellana, un terreno en la costa de Tarragona y una finca de árboles frutales en La Rioja.
Los acontecimientos se precipitaron: el Gobierno cesó a Roldán el 3 de diciembre de 1993 y el Congreso creó una comisión de investigación que, en junio del año siguiente, concluyó que había concedido a dedo obras de la Guardia Civil cobrando comisiones a través de un testaferro y que había desviado fondos reservados para fines particulares. No llegó a escuchar esas conclusiones: se dio a la fuga el 26 de abril de 1994 y permaneció durante 10 meses en paradero desconocido, hasta que fue finalmente localizado en Laos y detenido el 27 de febrero de 1995 en el aeropuerto de Bangkok (Tailandia).
El resto de la historia se resume en una condena a 31 años de prisión por cohecho, falsedad en documento mercantil, malversación de caudales públicos, estafa y delito contra la Hacienda Pública y otra de tres años por el caso Urralburu y una estancia de una década en un módulo especial de la cárcel de mujeres de Brieva (Ávila) hasta que, en 2005, le fue concedido el segundo grado.
Volvió entonces Roldán a sus orígenes, a Zaragoza, donde desde hace cinco años trabaja en una agencia de seguros y duerme en el Centro de Inserción Social (CIS) Las 13 Rosas. El próximo Día del Padre -tiene dos hijos de su primera esposa- firmará la liquidación de condena y será libre por fin, habiendo mostrado por primera vez la paciencia de la que ha carecido el resto de su biografía: habría conseguido la libertad condicional hace un lustro de haber devuelto los más de 10 millones de euros que se calcula que se embolsó.
Quedan para la memoria las fotos de la revista Interviú del ex responsable de la Guardia Civil en una orgía embadurnado con caviar y otra bebiendo de una pistola de agua, así como sus amenazas de tirar de la manta sobre el caso GAL y el señor X. También se recuerda al agente secreto Francisco Paesa, el hombre que supuestamente lo arrestó y del que se supo que vivía seis años después de su muerte.
