Los republicanos lograron ayer el control de la Cámara de Representantes y ganaron terreno en el Senado y en los gobiernos estatales en una jornada electoral que representa un fuerte revés para el presidente Barack Obama.
Estados Unidos renovó los 435 escaños de la Cámara de Representantes, 37 de 100 senadores, 37 de 50 gobernadores y otros puestos estatales y locales.
Según las últimas proyecciones, los conservadores conquistaron al menos 50 escaños en la Cámara Baja, muy por encima de los 39 que necesitaban para hacerse con la mayoría.
En el Senado, vencieron a los demócratas en Illinois, Arkansas, Dakota del Norte, Indiana, Wisconsin y Pensilvania, aunque no alcanzarán los 10 escaños que necesitaban para alzarse con la mayoría de 51 de 100 asientos.
Similar empuje demostraron en los gobiernos estatales al arrebatar al menos diez puestos a los demócratas. Antes de la votación los demócratas tenían 26 gobernadores y los republicanos 24.
La pérdida del control de los demócratas en la Cámara de Representantes implicará la salida de la actual presidenta, la demócrata Nancy Pelosi, primera mujer que ocupó el cargo.
Las encuestas a pie de urna apuntan a que una de las claves de la gran derrota demócrata ha sido la abstención entre sus filas, en particular entre los jóvenes, y el entusiasmo entre los republicanos a la hora de acudir a votar. Los independientes, en esta ocasión, también se han inclinado por los republicanos, por una diferencia de quince puntos.
El presidente que llegó a la Casa Blanca el 20 de enero de 2009 con una popularidad del 70 por ciento y con la promesa de «Yes We Can» (Sí Podemos), no ha podido responder a las expectativas, a veces contradictorias y a todas luces desmesuradas, que había despertado entre quienes le votaron entonces.
Le han pasado factura medidas como la reforma del sistema sanitario, que pese a lo que esperaban los demócratas no ha ganado popularidad tras empezar a ponerse en marcha, o el fuerte crecimiento del déficit presupuestario al que se vio obligado para estimular la economía tras la crisis financiera de 2008.
Pero su gran talón de Aquiles ha sido la economía, que prometió que sería la gran prioridad de su mandato pero que no ha terminado de despegar, al menos a juicio de los votantes.
Las encuestas a pie de urna ponían de relieve que cuatro de cada diez votantes consideraba que se encontraba en peor situación ahora que hace dos años. Dos de cada tres decían que la economía era su mayor preocupación.
