La Audiencia Nacional se convirtió ayer en un indeseado y casi operístico escenario, en el cual las dos sensibilidades que conviven en el seno de ETA dejaron bien clara que toda negociación con la banda asesina será tan infructuosa como siempre. Por más que una de las facciones de los terroristas sea ya consciente de que la partida está perdida y parezca ansiosa por poner fin al sinsentido de los atentados para así poder integrarse en la vida política, lo cierto es que todavía subsiste un fuerte e irreductible núcleo de criminales deseosos de continuar derramando sangre, lo que imposibilita cualquier entendimiento.
En este bando de los duros se encuentra el ex jefe militar de ETA Javier García Gaztelu, alias Txapote, que mandó al «carajo» al tribunal que le juzga por haber entregado pistolas y documentación falsa a dos etarras, a las que ordenó viajar desde Francia a Madrid para recopilar información y buscar aparcamientos donde estacionar coches robados. El criminal
-asesino de Miguel Ángel Blanco, Fernando Múgica y Gregorio Ordóñez, entre otros- tuvo que ser finalmente desalojado de la Sala al no atender a las numerosas advertencias para que dejara de gesticular y menospreciar al tribunal.
Frente esa actitud irreductible de los etarras que prefieren seguir matando, la otra cara de la moneda la mostró, también ayer y también en la misma sede judicial, el antiguo miembro del comando Madrid Joseba Urrusolo Sistiaga, quien defendió que «la lucha armada debió haber terminado hace tiempo».
Durante el juicio por un triple asesinato en el pueblo madrileño de Villaverde que podría suponerle una condena de 128 años y a preguntas de su letrado defensor acerca de si ha abandonado la banda y ha escrito cartas desde la cárcel abogando por el fin de la violencia, el etarra recordó que dejó ETA en 1994 y que, desde entonces, se ha «posicionado» a favor de que terminen los atentados.
Sin noticias de Chaos
En este bando de los proclives a una salida negociada a medio siglo de asesinatos podría también estar el no menos sanguinario José Ignacio de Juana Chaos, huido de la Justicia norlirlandesa y a quien se sitúa en Venezuela, donde estaría pasando unas largas vacaciones, quizá en calidad de interlocutor con el Gobierno de Zapatero. Por supuesto, tal extremo fue desmentido por el inquilino de Moncloa, quien sostuvo que no hay «ningún dato, ninguna información», ni «ningún indicio» que «haga pensar» que el histórico dirigente de ETA pueda estar refugiado en el país sudamericano.
Tal rotunda negativa contrasta vivamente con lo manifestado a una emisora de radio de ámbito nacional por fuentes de la lucha antiterrorista y por el propio Centro Nacional de Inteligencia (CNI), que sospechan que el criminal se encuentra cobijado por el régimen chavista junto a su pareja sentimental.
Cabe recordar que De Juana Chaos permanece huido desde el pasado mes de marzo, fecha en la que dejó de cumplir con sus comparecencias obligatorias ante la Policía de Irlanda del Norte. El terrorista, de 54 años y responsable de al menos 25 asesinatos, está pendiente del cumplimiento de una orden de extradición dictada por España para que comparezca en la Audiencia para responder como imputado por un delito de enaltecimiento del terrorismo que habría cometido en una carta escrita de su puño y letra que se leyó durante el homenaje que le tributaron los proetarras en San Sebastián el día que salió de prisión.
Aralar engrosa el frente. Sin dejar la vertiente política del terror, los abertzales supuestamente democráticos de Aralar anunciaron que tanto Eusko Alkartasuna como los partidos proetarras ilegalizados han aceptado sus condiciones para mantener conversaciones sin limitarse al documento que firmaron en el Palacio Euskalduna de Bilbao, y que en «los próximos días» comenzará ese diálogo, formalmente, «sin límites» y que no tiene otro objetivo que facilitar a la organización asesina un vehículo para colar en las instituciones a su brazo político.
El vicecoordinador de Aralar, Jon Abril, recordó, eso sí, que, «desde el principio», la apuesta de su formación ha sido construir «una alternativa de izquierdas y abertzale, que empleará solo medios civiles y políticos y que, sobre todo, trabajará otro modo de hacer política». En tal sentido, destacó que «el principal obstáculo» para construir esa «nueva izquierda abertzale» es ETA, aunque sostuvo que, «en cuando se den las condiciones, seguramente los pasos también serán más grandes».
Por otro lado, Abril añadió que la ausencia de atentados por parte de la banda terrorista es «una buena noticia» y que podríamos estar ante «una especie de tregua», aunque añadió que, tras la evolución del último proceso de conversaciones, «debemos ser más firmes que nunca y, teniendo en cuenta que ETA surgió por razones políticas, creemos que debería terminar también por razones políticas y que, en este caso, debería dejar el camino libre a la normalización de la actividad política».
Así, reiteró que es «imprescindible» que la izquierda abertzale ilegalizada tenga una «postura firme en contra de la violencia de ETA para poder hacer algo juntos».
Por supuesto, Aralar no tuvo tampoco esta vez la valentía de condicionar el diálogo a una previa condena de los atentados, un requisito que se antoja elemental para cualquier demócrata.
