Tres minutos para contemplar a un fornido herrero templar el hierro. Otros tres para ver como una cantante autómata y su acompañamiento desgranan unas notas. Una puerta que se abre… Y ya estás dentro del universo Forman. El circo de los hermanos checos, que asombraron y deleitaron hace tres años en Titirimundi con La Barraca, vuelve a acampar en San Lorenzo para ofrecer, en cinco representaciones para las que las entradas se agotaron en pocas horas, un nuevo espectáculo, “Obludarium”.
Los Forman y su compañía han sustituido en esta ocasión su carpa diáfana por una estructura aún más parecida a un circo, con los espectadores distribuidos en dos plantas y una pista circular giratoria. La estructura, la iluminación, la disposición del público… hasta el olor contribuye a crear una atmósfera única e inconfundible, una atmósfera en la que toma vida un universo propio. Es un universo de monstruos y seres bellos; un universo de amor y dolor; un universo lleno de poesía, de humor, de música…; un universo vital que juega con la muerte como carta inevitable de la baraja, como la otra cara de la moneda.
Dentro de esa construcción teatral, destaca el papel de los propios hermanos como presentadores, otra dualidad en la que conviven el humor y la vitalidad y el más acentuado de los laconismos, en un personaje que bebe de Frankenstein en el fondo y en la forma. En cuanto a los monstruos y los bellos que pasan por la pista, siempre intentando no traicionar la sorpresa para los que vayan a ir a ver el espectáculo, imposible no citar la belleza y la precisión de las chicas checas en las barras checas; el contraste de placidez y dolor en el número de los peces; el surrealismo de Frére Jacques o la potencia de una falda o un caballo de madera.
La única pega, insolventable se mire como se mire, es que las demás veces nunca serán como la primera. Porque al universo Forman sólo se entra por primera vez una vez.
