El Tourmalet, símbolo de la montaña centenaria del Tour de Francia, será el juez que señalará al elegido para llegar el próximo domingo vestido de amarillo a París, con dos claros candidatos, el español Alberto Contador (Astana), actual líder y su enemigo número uno, el luxemburgués Andy Schleck (Saxo Bank), citados en sus rampas para un todo o nada.
El legendario puerto pirenaico festejará a lo grande su 100 cumpleaños, y tendrá de regalo el honor de elegir al virtual campeón. Su cima, a 2.115 metros de altitud, será el punto final de la decimoséptima etapa, que se disputará con salida en Pau para completar 174 kilómetros, con otros dos colosos intercalados, el Marie Blanque y el Soulor, que darán lustre a una jornada muy intensa.
Se trata de una final anunciada entre Contador y Andy Schleck, segundo en la pasada edición. Sin más margen para los planteamientos conservadores, ambos quemarán las naves en un partido arbitrado por el Tourmalet.
A falta de la contrarreloj del sábado, larga, de 52 kilómetros, el corredor del Saxo Bank tendrá que jugarse todas sus bazas en las pendientes del Tourmalet. Inferior a Contador contra el crono tendrá que «luchar hasta caer de la bicicleta» para desbancar al líder, quien, en caso de no salir airoso de la última cita de los Pirineos, aún tendría la carta del sábado.
El madrileño se mostró tranquilo en la jornada de descanso, más sereno tras reconocer su error en el ‘caso de la cadena’. Salió a entrenase un par de horas con un tiempo amenazante de lluvia, idéntica previsión a la de hoy.
Mientras tanto, su adversario anda sobrado de descaro juvenil. No se conforma con el maillot blanco de mejor joven, quiere más. «Contador tiene un equipo de escaladores pero eso no le servirá. Me encuentro muy bien y creo que tengo serias posibilidades de ponerme primero».
De todos modos, éste no será el único aliciente a tener en cuenta. El ganador de la etapa será, además, el segundo corredor que ponga su nombre en la cumbre del Tourmalet. El primero fue Jean Pierre Danguillaume en 1974, desde entonces el puerto fue siempre punto de paso, no final.
Segunda batalla
Pero hay más razones para la madre de todas las etapas. Samuel Sánchez (Euskaltel) y el ruso Denis Menchov (Rabobank) se van a jugar, en principio, la tercera plaza del podio, si es que la carrera no revienta antes en el Marie Blanque o el Soulor. El asturiano solo aventaja a su rival directo en 13 segundos.
Pasado el mediodía partirá la etapa de Pau. Para ir calentando las piernas los corredores afrontarán el Marie Blanque, de 9,3 kilómetros al 7,6 por ciento de pendiente. El siguiente examen será el Soulor, de 11,9 kilómetros de longitud al 7,8 por ciento. Y quien quiera doctorarse en ciclismo tiene de final de fiesta el Tourmalet, de categoría especial, con sus interminables 18,6 kilómetros.
Para el vencedor está reservado, además, el premio Henri Desgrange, aquel ingenuo y soñador director de la ronda gala que en 1910 mandó al luxemburgués Alphonse Steinés buscar sensaciones fuertes en los Pirineos para favorecer el espectáculo. Al explorador casi se lo traga la nieve, pero el informe fue óptimo. Un farol que alumbrará al futuro vencedor del Tour de Francia.
