De manera agónica, como no podía ser de otra manera, en la prórroga, con un gol del mago Andrés Iniesta, España fue recompensada por el fútbol después de casi un siglo y alcanzó la anhelada gloria del título mundial al imponerse a una Holanda rácana y alejada de su fútbol habitual.
La Roja, campeona de Europa hace dos años en Viena, se coronó en el Soccer City de Johannesburgo como el mejor equipo del momento y rubricó un trienio de ensueño.
Todo un premio a una generación grandiosa, que ha llevado al fútbol español a la excelencia y a las más altas cotas, y todo un castigo para una selección holandesa que distó notablemente de la imagen mostrada hasta ahora y que no fue digna heredera de aquellas generaciones grandes que lideraron Johan Curyff y Marco van Basten, y cayó en su tercera final de un Mundial tras la de Alemania74 y Argentina78.