El régimen iraní se presenta hoy en Ginebra para retomar el diálogo nuclear con un nuevo desafío sobre la mesa y escasos indicios de que esté dispuesto a dar un paso atrás pese a la creciente presión internacional.
A 24 horas de que arranque una cita que se ha definido como «de acercamiento» tras un año de bloqueo y tensiones, Teherán reveló que es «autosuficiente» a la hora de abastecerse de polvo de óxido de uranio concentrado (urania), esencial para enriquecer y producir el combustible atómico.
Hasta la fecha, la República Islámica importaba desde diferentes países, principalmente Sudáfrica, esta materia, que una vez centrifugada se convierte en hexafluoruro de uranio (UF6), un gas vital en el proceso de enriquecimiento de combustible para uso civil pero también en el desarrollo de armas atómicas.
Pero ahora, asegura que es capaz de extraer el uranio por sus propios medios en las minas de Qachin, situadas cerca del puerto meridional de Bander Abas, en la costa iraní del Golfo Pérsico, de pulverizarlo y de procesarlo en la planta de Isfahan.
«Los occidentales confiaban en que tuviéramos dificultades con el abastecimiento de materia prima, pero hoy -por ayer- hemos enviado el primer lote de polvo concentrado de uranio», explicó el director del Organismo iraní de la Energía Atómica, Ali Akbar Salehí.
«A partir de este momento, el país ya no tendrá problemas en el suministro de (la también denominada) tarta amarilla», subrayó el responsable con orgullo.
Un tono de beligerancia y cierta vanidad que caracteriza desde hace meses la estrategia emprendida por Teherán y que ha contribuido a inflamar aún más una polémica iniciada en 2002 cuando la oposición iraní en el exilio destapó el polémico programa nuclear. Desde entonces, gran parte de la comunidad internacional, con Estados Unidos e Israel a la cabeza, acusa a la República Islámica de ocultar, bajo su programa civil, otro de naturaleza clandestina y fines bélicos cuyo objetivo sería la adquisición de armamento atómico, alegación que el país refuta.
Sospechas que alimentó de nuevo hace unos días el Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA) al criticar a Teherán por no ofrecer suficiente cooperación.
El pulso se enconó durante el último trimestre de 2009, primero al descubrirse que Irán había comenzado a construir una nueva planta nuclear sin haber informado de ello a la ONU.
Y después al rechazar una propuesta de Estados Unidos, Francia y Rusia para enviar al exterior parte de su uranio al 3,5 por ciento y recuperarlo tiempo después convertido en el combustible atómico que necesita para fines pacíficos.
En esta coyuntura, el Gobierno iraní traspasó otra barrera en febrero de este año al anunciar que había comenzado a enriquecer el uranio al 20 por ciento por sus propios medios, lo que le acarreó nuevas sanciones internacionales.
Solo Brasil y Turquía abrieron una efímera ventana en mayo al firmar un documento -la llamada declaración de Teherán- en el que se fijaba una nueva propuesta para un posible intercambio de combustible nuclear, y que ahora Irán considera la única base de negociación.
Arduo diálogo
Catorce meses después de su último encuentro, el Grupo 5+1 e Irán se reunirán esta semana en Ginebra para reanudar el diálogo nuclear, en un proceso en que no se esperan resultados concretos sino muestras de un compromiso real de negociar.
Así lo advirtió el pasado viernes la oficina de la Alta Representante de la Unión Europea, Catherine Ashton, que será la jefa de la delegación y que actúa como portavoz del Grupo 5+1 (compuesto por los cinco miembros del Consejo de Seguridad de la ONU -EEUU, Rusia, China, Reino Unido y Francia- además de Alemania).
Por su parte, el ministro de Exteriores iraní, Manouchehr Mottaki, señaló el sábado que con «una voluntad seria de las dos partes, la reunión de Ginebra del lunes y el martes podrá conseguir los resultados esperados».
El responsable valoró los comentarios de la secretaria de Estado norteamericana, Hillary Clinton, quien afirmó que el Gobierno de Teherán podrían enriquecer uranio en un futuro «una vez que demuestren que lo pueden hacer de forma responsable en acuerdo con sus obligaciones internacionales».
Clinton pidió expresamente al Ejecutivo árabe un «espíritu constructivo» en Ginebra.
Poco después, Saïd Jalili, negociador iraní que encabezará el diálogo de Ginebra, afirmó que los derechos de sus país en materia nuclear «no son negociables», dejando claro su posición antes de emprender de nuevo las conversaciones.
