El ministro de Asuntos Exteriores marroquí, Taib Fasi Fihri, uno de los hombres fuertes del mismo régimen cuasidictatorial que reclama la soberanía sobre Ceuta y Melilla, aprovechó ayer su estancia en Madrid para culpar a la prensa española de «distorsionar la realidad» del país africano y del contencioso sobre el Sáhara Occidental, presidido por el sistemático quebrantamiento por parte de Rabat de un sinnúmero de resoluciones internacionales.
El dirigente del régimen de Mohamed VI recomendó a los medios de comunicación que, en lugar de denunciar las malas prácticas de un Gobierno al que casi nadie considera democrático, ponga más énfasis en hacerse «eco de las buenas relaciones existentes con España» y que, además, «rebaje la tensión generada por el campamento saharaui de El Aaiún».
El político islamista se quejó asimismo de que los rotativos solo se interesen por asuntos como la huelga de hambre de la activista saharaui Aminatu Haidar y «no vean más que cosas negativas y deformadas» del Estado africano, sin apreciar «los cambios que se están produciendo» y que no especificó.
También echó en cara a los informadores que no divulguen «las actuaciones negativas» del Frente Polisario y que se enjuicie de manera negativa el acuerdo agrícola firmado con la UE, que ha suscitado las protestas unánimes del campo español.
Eso sí, tras su retahíla de acusaciones a la prensa, Fasi Fihri terminó por admitir que la información difundida hace unos días por la agencia oficial de su país (MAP), en la que se aseguraba que la Policía española había matado a un ciudadano marroquí la pasada semana en unos disturbios en Melilla, «quizá no sea veraz».
Tras sus diatribas, acordes con la falta de libertades habitual en un régimen político casi teocrático, Tasi Fihri aseguró que, como «muestra de la voluntad de afianzar la amistad mutua», el nuevo embajador de Marruecos en España, el saharaui Ahmedu Uld Suilem, se incorporará a su puesto antes de fin de año poniendo así fin a los ocho meses que el puesto lleva vacante en lo que supone un insulto diplomático en toda regla.
Durante la rueda de prensa conjunta que el marroquí ofreció junto a la nueva ministra de Asuntos Exteriores, Trinidad Jiménez, ambos dijeron compartir «la necesidad de que se encuentre una solución negociada» al contencioso de la ex colonia española, enquistado como consecuencia de la negativa del país magrebí a reconocer el derecho de autodeterminación del pueblo saharaui, algo que ha exigido reiteradamente la ONU.
La socialista, que quizá todavía no haya tenido tiempo de ponerse al día en algunos asuntos internacionales, puntualizó que España no apoya ni la posición de Marruecos a favor de un plan de autonomía para la ex colonia, ni la del Frente Polisario, que rechaza la anexión y exige la celebración de un referéndum para avalar la independencia, de modo que, quizá como deferencia hacia el invitado, por el momento Exteriores prefiere no tomar partido tampoco en esta cuestión.
Lo que sí tiene bastante más claro Jiménez es la necesidad de adaptar a su conveniencia el organigrama del Ministerio, de modo que ha decidido relevar al actual secretario de Estado de Asuntos Exteriores e Iberoamericanos, virtual número dos del departamento, Juan Pablo de Laiglesia, que será sustituido por Juan Antonio Yáñez-Barnuevo, hasta ahora embajador ante la ONU.
Entre los nombres que se barajan para llenar el vacío que dejará en Naciones Unidas está el del antecesor de Trinidad Jiménez, Miguel Ángel Moratinos, aunque todavía no hay nada decidido.
