Un exceso de gente, unido a errores de seguridad y falta de control (los 38 guardias de seguridad estaban absolutamente desbordados), pudieron ser las causas de la tragedia del pasado jueves en la multitudinaria fiesta de Halloween celebrada en el Madrid Arena, en la que tres jóvenes murieron aplastadas en una avalancha y otras dos resultaron gravemente heridas, una de ellas en estado crítico.
Una persona de la organización aseguró ayer en televisión que se vendieron y repartieron en total cerca de 20.000 entradas para el evento (se cree que se recaudó medio millón de euros), casi el doble del aforo permitido, de 10.600 personas: «Estoy al tanto de todo. Como dijo el vicealcalde, Miguel Ángel Villanueva, se vendieron 9.560, pero fueron on line. Para estos eventos se utilizan relaciones públicas. Uno de los más conocidos llegó a dar unas 6.000. Aparte de esto, el DJ pidió 1.000 más, a las que hay que añadir otras 3.000 para gente que promociona el evento».
Tras estas declaraciones, todas las miradas se dirigieron hacia el edil capitalino, que le pasó la pelota a la empresa organizadora, Divier-TT, a la que el Ayuntamiento le había alquilado el pabellón, al afirmar que le había informado de la cifra que facilitó desde el primer momento. Según algunos rotativos, el dueño de la firma, Miguel Ángel Flores, podía haber ocultado a 3.600 asistentes en el plan de seguridad. De ser cierto esto, el Consistorio se personará en la causa.
También se ha sabido que, en el momento álgido de la macrofiesta, la actuación del DJ estadounidense Steve Aoki, cientos de personas sin entrada accedieron al recinto de forma descontrolada, sin que la seguridad privada pudiera evitarlo, según la Policía, algo negado por Diviertt.
«¿Podéis creer que somos 15.000 personas?», gritó el artista en un momento de la madrugada, según se escucha en grabaciones colgadas en Internet. Las pruebas parecen más que evidentes, así como que los organizadores sabían perfectamente el número de chavales que estaba allí congregado.
«El aforo ha podido superar con creces el permitido», manifestó el juez decano de Madrid, José Luis González Armengol, que aludió a las fotografías que existen de la fiesta en la que se desencadenó el caos. Esas imágenes hacen pensar que «había una media de cuatro jóvenes por metro cuadrado; una baldosa». Al igual que la delegada del Gobierno, Cristina Cifuentes, el magistrado lo pasó muy mal, ya que su propia hija, que llegó a ver gente caída en el suelo, estuvo allí.
También parece constatado que la avalancha se produjo en un pasillo de unos tres metros de ancho por 15 de largo que comunicaba el vestíbulo principal con la pista central de baile. En ese lugar confluyeron dos ríos de personas: uno que trataba de salir y otro que entraba para ver al afamado DJ.
Las primeras hipótesis de la Policía apuntan a que, en medio del tapón, alguien encendió una bengala, que habría provocado la estampida en la que murieron las tres chicas asfixiadas y aplastadas. Pero no fue la única avalancha que se produjo, como recalcaron en las redes sociales algunos de los chicos que allí estuvieron.
Como se puede apreciar, en este asunto, que, con toda probabilidad, derivará en responsabilidades penales por homicidio imprudente, hay miles de testigos. Así, la Policía dispone de un material importante, si bien, al cierre de esta edición, intentaba identificar a la persona que encendió la bengala, cuya detonación se puede oír en algunos vídeos.
A las sospechas que apuntan que en la fiesta había más gente de la permitida, se unen los testimonios que aseguran que se permitió la entrada a menores. De hecho, una de las dos heridas de gravedad tiene 17 años, la que se está debatiendo entre la vida y la muerte.
Mientras se suceden las muestras de dolor, las redes sociales prosiguen su actividad frenética, destacando una campaña organizada por dos amigas de la hermana de una de las finadas, que piden a los asistentes que envíen escaneado un resguardo de la entrada al correo tec_01@hotmail.com para así demostrar que la empresa incumplió su compromiso de no rebasar el aforo máximo del recinto.
