Ya decíamos hace tres años que era un intérprete muy maduro pese a su juventud, cuando tras ganar el concurso de Las Rozas, se presentó en Segovia. Este comentario lo ha recogido en su página web lo que le agradezco. En aquella ocasión nos ofreció un vals Mefisto de Liszt y un Gaspard de la Nuit de Ravel francamente buenos.
En esta ocasión ha acertado en el programa, ofreciendo una obra contemporánea de autor español, César Cano, dos obras importantes de Beethoven como las variaciones en do menor WoO 80 y la sonata nº3 junto con la sonata en si menor de Liszt.
La primera obra fue una jácara, la nº1, de una serie de tres de este compositor valenciano, César Cano, en la que rehabilita un género literario del Siglo de Oro español que describe las aventuras del pícaro metido en fechorías y por las que es perseguido por la justicia, al final canta sus aventuras en un final feliz. Es una pieza con gran riqueza de armónicos y utilización del pedal central, y en la que es constante la presencia de silencios cortos entre bloques ágiles de notas atropelladas para describir las persecuciones.
Las dos obras de Beethoven nos sumergen en un universo sonoro muy familiar, pero no por más trillado menos querido. Son obras donde la profundidad y el movimiento se muestran en toda su riqueza dada la inspiración generosa que muestra en todo momento.
Las variaciones, publicadas en Viena por la Oficina de las Artes y de la Industria, demuestran la técnica de la variación en todo su esplendor. El tema original son ocho compases en forma de chacona y sus variaciones se unen de forma natural respetando la métrica, menos la última que es seis veces más larga. La interpretación fue muy técnica, pero sin descuidar el mostrar el mensaje sonoro tan característico del maestro.
La sonata es una obra más de juventud, pero auténticamente beethoveniana. El primer movimiento es una explosión de un tema inicial de gran animación que concluye con una coda de tal calibre que el público aplaudió al final de este movimiento, totalmente justificado.
En el scherzo se repite la animación del primer movimiento después de pasar por un adagio, que si bien más lento, es una ardiente meditación. Se termina en un allegro assai en el que las dos manos se ocupan en trinos alternados entre una y otra.
La sonata de Liszt estuvo muy bien interpretada y su dificultad es extrema pero en ella la técnica y el mensaje no están tan bién acompasados como en la de Beethoven. Escrita en un pasaje de su vida de gran indeterminación, no sabemos si pasa de estados de depresión profunda a otros más felices o es tanta la perturbación, que se suceden sin rumbo fijo.
Como bis nos ofreció una de las piezas líricas de Grieg, en concreto, «Homesickness», que describe las sensaciones que se sienten al volver a casa después de una temporada larga sin estar en ella. Un gran concierto de este joven amigo de la Sociedad Filarmónica.