En lo que bien puede interpretarse como la plasmación física de un clima de descontento social con la clase política italiana, embarrada en decenas de procesos de corrupción y salpicada incluso por acusaciones de connivencia con la Mafia, el primer ministro, Silvio Berlusconi, fue ayer brutalmente agredido al término de un mitin en Milán y tuvo que ser hospitalizado a causa de la hemorragia que el golpe le provocó en la boca.
Visiblemente ensangrentado, Il Cavaliere, blanco de numerosas polémicas y tachado de antidemocrático cada vez por más sectores de la ciudadanía transalpina, fue evacuado inmediatamente en un coche oficial, que le llevó al hospital San Raffaele de la capital lombarda.
El incidente ocurrió después de que Berlusconi bajara del estrado desde el que había pronunciado un discurso y se dirigió a saludar a los asistentes, momento en el que un individuo, que fue de inmediato detenido, aprovechó para golpearle.
Todo esto sucedía a raíz de que en su intervención, el jefe del Ejecutivo fuera reiteradamente interrumpido por las protestas de un grupo de ciudadanos, que pidieron su dimisión y le llamaron «payaso», lo que hizo que Berlusconi elevara su tono y les gritara, hasta en tres ocasiones, «vergüenza».
El bochornoso episodio sucedía a la noticia lanzada por el líder de los democristianos itialianos Pier Ferdinando Casini, quien dijo estar fraguando un «frente democrático» para enfrentarse a Berlusconi en caso de que el populista decida romper la baraja y acudir de nuevo a las urnas en busca de legitimidad. O incluso antes, si el jefe del Ejecutivo, cada día más agobiado por las causas judiciales, insiste en llevar adelante su plan y la reforma en solitario de la Constitución. De hecho, ésa exactamente parece la intención de Il Cavaliere, pues esta misma semana el gobernante partido Pueblo de la Libertad (PDL) llevará al Parlamento del país transalpino una súper ley que garantice la absoluta inmunidad judicial de Berlusconi. Según explicaba ayer mismo el diario La Repubblica, la norma será presentada mediante una iniciativa parlamentaria en un intento por evitar que se relacione con ella al Gobierno y, dada la naturaleza constitucional de algunas de las reformas que promueve, deberá ser aprobada en un referéndum.
En esa súper ley hecha a la medida de Berlusconi, que el rotativo define como «el regalo de Navidad que le hace su partido», figura un nuevo escudo que permitirá congelar todos los procesos abiertos contra los altos cargos del Estado, así como la reforma de la inmunidad parlamentaria, de las carreras judiciales y del Consejo Superior de la Magistratura (CSM), al que el mandatario acusa de ser quien ostenta el poder en Italia, y no el Parlamento.
