Rafa Nadal se quedó ayer a un peldaño de la final del Masters 1.000 de París-Bercy, tras sucumbir en las semifinales ante el serbio Novak Djokovic, que desplegó un huracán de juego muy por encima del nivel del mallorquín y acabó imponiéndose por 6-2 y 6-3 en una hora y cuarto de partido.
El manacorí se mostró demasiado flojo frente a un rival enorme, que consiguió todo lo que se propuso y dominó a placer. El serbio dejó claro que atraviesa un excelente momento de forma.
Se las prometía felices el público, poco acostumbrado a que los mejores del mundo lleguen lejos en la pista cubierta de su torneo de final de temporada. Soñaba con un duelo a cara de perro, similar al que Nadal y Djokovic protagonizaron en el Masters 1.000 de Madrid en mayo.
No obstante, los aficionados se quedaron con las ganas, porque la superioridad del balcánico aplastó la competencia, y el oponente no tuvo ninguna oportunidad para engancharse al encuentro.
El representante patrio se pareció más al de las dos primeras citas en el torneo, cuando rozó la eliminación, que al «brillante» jugador, según su propia opinión, que derrotó al local Jo-Wilfried Tsonga en cuartos.
Ahora, Djokovic está en una buena posición para lograr su sexto título del curso, que llegaría después del firmado en Basilea ante Roger Federer.
El serbio saltó con hambre a la pista, y dispuesto a no dejar que Nadal le comiera terreno. Los dos tenistas conservaron su servicio hasta el 3-2, pero ahí comenzó un parcial horrible para el balear. Cedió 14 puntos consecutivos y tiró por la borda el set.
La sangría ni siquiera se detuvo ahí. ‘Nole’ sumó siete juegos consecutivos, tres de ellos con el saque del mallorquín.
Así, el bache no arrebató únicamente la manga inicial al español, sino que también hipotecó la segunda.
Nadal ya fue incapaz de volver al partido. Cada acelerón, o cada intento de recuperar el servicio perdido, se estrellaba con una genialidad del rival.
Ni siquiera gozó de una bola de ruptura, y eso es mucho decir para un hombre siempre hábil a la hora de presionar a sus contrincantes, de llevarles al límite, de situar el duelo en el terreno psicológico.
El balcánico no necesitó más que una pelota de partido para cerrar el encuentro y meterse en su décima final de 2009.
De esta manera, Nadal deberá seguir esperando para levantar un título. El último se remonta al pasado 3 de mayo en Roma.
Por otro lado, la pareja nacional formada por Tommy Robredo y Marcel Granollers se clasificó para la final del torneo de dobles, tras batir a Mariusz Fyrstenberg y Marcin Matkowski por 6-4 y 6-2.
