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Como resulta habitual desde que se inició la presente legislatura, la sesión de control al Gobierno, que se celebró ayer como cada miércoles en el Congreso de los Diputados, resultó una vez más tan estéril como previsible. Gobierno y oposición, perfectamente escindidos en dos bloques, escenificaron el mismo guión de los últimos meses, consistente en el acto de fe del presidente Zapatero a la hora de describir la realidad como casi halagüeña, seguido de la contundente réplica de todos los demás partidos, que, en igual proporción, reflejan su desconfianza e incredulidad en los diagnósticos del inquilino de Moncloa.
Así sucedió en la sesión de ayer, durante la cual el líder socialista, tras defender como óptima la reciente remodelación de su Gabinete, proclamó que ya se adivinan signos de esperanza para la economía. Con los nuevos ministros, a excepción de la titular de Cultura, Ángeles González Sinde, como espectadores desde el banco azul, Zapatero reiteró que su pretensión al cambiar las caras del Gabinete no ha sido tanto rectificar el rumo como «acelerar» la puesta en marcha de las medidas contra la crisis.
En esa tesitura, y pese al reconocimiento de que aún se está en una fase aguda de la recesión, el presidente avanzó, ante el estupor de casi todos los presentes, que las cifras de paro y empleo van a tener un «color más llevadero en los próximos meses».
Para cimentar su optimismo, ofreció datos tales como que el Fondo Estatal de Inversión Local ha transferido hasta el 15 de abril 1.877 millones de euros a casi 5.000 municipios y ha ocupado a 155.000 trabajadores, de los que 57.000 son nuevos contratados.
También informó de que el Fondo Especial del Estado para la Dinamización de la Economía y el Empleo ya ha licitado actuaciones por valor del 75 por ciento de los 3.000 millones con los que está dotado, e incidió con especial énfasis en la solvencia de las cuentas de la Seguridad Social, avanzando que, a día de hoy, registra un saldo positivo de 20.000 millones de euros.
Por último, desveló que Economía estudia dar un «horizonte más amplio» a la moratoria en el pago de la cuota de las hipotecas para los desempleados.
Tales planteamientos no merecieron demasiada credibilidad; de hecho, prácticamente ninguna.
Los líderes del PP y de CiU, Mariano Rajoy y Josep Antoni Durán i Lleida, acusaron al presidente de «improvisación», mientras Joan Ridao, de ERC, le reprochó haber negado la crisis «como San Pedro». Jonquera, del Bloque Nacionalista Galego, recriminó a Zapatero que realizara «una lectura errónea» de la crisis en tanto que Herrera, de IU manifestó que la crisis de Gobierno se ha efectuado «en clave interna» de PSOE. Con más mordacidad, Coalición Canaria se preguntó si cambiar al ministro de Cultura puede servir para luchar contra la crisis, mientras Rosa Díez, de UPyD, se limitó a desear «que el Señor nos pille confesados» después de comprobar cómo Zapatero replicaba a las críticas del PNV limitándose a considerar que las objeciones de los nacionalistas son fruto de su frustración por la nueva situación política vasca y que se trata de objeciones «tontorronas».
