La preocupación es máxima. Por lo menos, en los dos políticos que negociaron cómo actuar frente al intento de Batasuna de presentar listas a los municipios vascos y navarros y al Parlamento Foral de Navarra. Rubalcaba y Trillo estaban de acuerdo, desde meses atrás, de mantenerse firmes y unidos ante la nueva estrategia de ETA.
En el caso de Sortu, una vez que llegaron a Interior los informes policiales, la Abogacía del Estado y la Fiscalía General, por instrucción del Ejecutivo, pidieron al Supremo que no autorizara la inscripción en el registro de partidos. El resultado fue el esperado, pero también decepcionante: era la primera vez que se producían votos particulares en contra en una resolución relacionada con maniobras políticas de ETA. Así, la intranquilidad en estas horas de espera es grande ante la aceptación o negación de la segunda marca abertzale, Bildu.
En la dirección del PP había otra inquietud añadida: la campaña de Mayor Oreja, y de algunas personas afines a él, en la que denunciaban que el Gobierno nunca había roto las negociaciones con ETA y había pactado con los terroristas y con su brazo político. Esa queja caló en las asociaciones de víctimas, que la hicieron suya, lo que provocó una situación delicada para Génova: su apoyo a las víctimas es incuestionable, pero no compartía ese planteamiento y, además, temían que las acusaciones al Gabinete Zapatero de engañar respecto a Batasuna pudieran influir en el resultado de los encuentros entre Rubalcaba y Trillo para pactar una estrategia común.
Eguiguren
Rajoy declaró públicamente que no compartía la convicción del ex ministro del Interior, pero Cospedal fue más ambigua, lo que provocó la indignación de los socialistas, que tienen también un sector disidente, el de Jesús Eguiguren y Odón Elorza. De hecho, hace poco algunos barones se irritaron porque el propio Zapatero, en un mitin celebrado en el País Vasco, elogiara al presidente del PSE-EE y le diera ánimos, lo que podría considerarse como un apoyo a sus tesis de permitir que la denominada izquierda abertzale pueda participar en las elecciones del 22 de mayo.
Rubalcaba y Trillo mantuvieron un largo encuentro los días anteriores a Semana Santa. El dirigente progresista se quejó por las declaraciones de Cospedal y Mayor Oreja en las que ponían en duda su intención de mantener la lucha implacable contra ETA. El político murciano se defendió como pudo, y si bien en el PP dan por imposible convencer a Mayor de que se equivoca, el que fuera titular de Defensa habla casi a diario con Cospedal para hacerle partícipe de las conversaciones que mantiene con el número dos del Gobierno desde hace tiempo, sobre todo desde que los sucesores de HB pusieron en marcha su estrategia electoral.
En la reunión con Rubalcaba, Trillo le propuso la impugnación de todas las listas de Bildu, posición que defendía también su colega, que expresó su intención de solicitar esa anulación a la Sala 61 del Supremo a través de la Fiscalía y la Abogacía General, presentando la documentación que aportarían la Policía y la Guardia Civil en cuanto se hicieran públicas las candidaturas. La Benemérita, desde meses antes, había elaborado fichas de docenas de miles de personas vinculadas con Batasuna, para que en el momento en que se conocieran las llamadas listas blancas, pudieran cotejar los nombres de esas listas con los que formaban parte de su archivo, y no perder así ni un minuto de tiempo en demostraciones. La impugnación se ha basado, por tanto, en el vicio de origen, porque se aportaron las pruebas de que Bildu formaba parte del núcleo de los radicales, y la Ley de Partidos afecta a Batasuna y a sus sucesores.
El precedente de Sortu
Así, el dirigente popular le pidió al socialista que, precisamente porque se impugnaban la listas en base a ese criterio, se hiciera también con la marca, pero el vicepresidente primero del Gobierno se mostró reticente, ya que no estaba seguro de que el Supremo lo aceptara, y más después de lo que sucedió con Sortu.
Al bloque no
En una conversación posterior de Trillo con el ministro de Justicia, Caamaño le trasladó al responsable del ramo del PP su intención de respaldar la iniciativa de solicitar rebatir las listas, pero, al igual que su compañero de partido, no compartía la idea de aplicarla al bloque.
Eso es lo que inquieta ahora a quienes han preparado la estrategia contra Batasuna: que el TS resuelva que no existen motivos para impugnar todas las listas, que no considere suficientes las pruebas aportadas o que anteponga el derecho constitucional de los ciudadanos a formar parte de una candidatura si se desvinculan de la ideología de algunos de sus miembros. Es decir, podría suceder que los jueces interpretaran que un afín a los radicales no puede contaminar a sus compañeros.
Los abogados de Bildu presentaron hasta la medianoche pasada las alegaciones a la impugnación. Como es habitual en los letrados de Batasuna, grandes profesionales que conocen perfectamente las leyes españolas y sus resquicios, el recurso es amplio y está muy bien documentado. Corresponde ahora a la Sala 61 analizarlo y contraponerlo a los presentados por la Abogacía del Estado y la Fiscalía.
Tiene razón Rubalcaba cuando dice que son los jueces los que toman decisiones. Rajoy y Trillo son conscientes de que, al menos el ministro del Interior, ha hecho cuanto estaba en su mano para intentar que Batasuna no esté en las elecciones del 22 de mayo. Pero serán los jueces los que tengan la última palabra.
