La hora elegida fue las 12:00, la de la frontera; esa que separa la mañana de la tarde, esa misma que, en otras circunstancias, no habría tenido mayor importancia, pero que, dado que el día salió raro, terminó contribuyendo a completar la magia del momento, el cúmulo de fronteras. Primero la del sol y las nubes, luego la del pasado y el presente, después la del tapado y el desnudo, más tarde la del admirar y el tocar.
Amanecía Segovia con la cara iluminada, consciente de que, por alguna circunstancia, el primero de agosto iba a ser especial. Y poco a poco, según fueron pasando las horas de la mañana, como aquel que sabe que va a atravesar un túnel del tiempo y necesita generar un ambiente de expectación, de grandeza, un clima de esos que sólo los nubarrones teñidos en escala de grises saben dar a los días de verano, el fondo sobre el que lucía grandioso el Acueducto, cambió para ser testigo de un duelo de majestuosidad.
La ciudad, de repente, era de Augusto. No de agosto, no; de quien puso su nombre al mes. Cuatro romanos ejercían de esquinas a un cuadrado que protegía algo tapado con una tela blanca que unos conocían y otros esperaban, con creciente curiosidad, conocer lo antes posible.
El silencio sólo se veía alterado con susurros que intuían, que adivinaban, que aseguraban. Y por fin, los romanos abandonaron su puesto de guardia y se dirigieron al Centro de Recepción de Visitantes, donde comenzaron a ejercer de escoltas del alcalde, Pedro Arahuetes, y del presidente de Honor del Open Castilla y León, Pedro Muñoz, hasta el lugar en el que el manto blanco hacía de diana de una gran cantidad de miradas que se habían ido parando en la Plaza del Azoguejo, deseosas por ser testigos de lo que el paso por la frontera del tiempo deparase.
Eran las 12:00, momento elegido para que pasado y presente se encontrasen. Tirando Arahuetes de un lado y Muñoz de otro, y mientras Javier Martínez anunciaba por el micrófono, “aquí tenemos el que, con toda probabilidad, es el trofeo más importante del deporte mundial”, apareció la Ensaladera de la Copa Davis. El contrapicado era perfecto.
“Tuve la suerte de vivir el momento en que se ganó esta copa como presidente de la Federación, y fue una jornada extraordinaria; pagaría por volverla a vivir”, comentaba Pedro Muñoz justo en el momento en el que los parpadeos de los ojos habían sido sustituidos por los flashes de las cámaras y los susurros por los comentarios, unos de sorpresa, otros encerrados entre símbolos de interrogación preguntándose si era la verdadera Copa Davis, y otros de explicaciones; las que los padres daban a los más pequeños, que no sabían muy bien qué hacía allí una copa que les superaba en altura.
Arahuetes daba las gracias al Open por dejar a la ciudad “disfrutar de un trofeo que representa esfuerzo y trabajo”, y añadía que “esto es para que los turistas que vengan vean que los españoles tenemos una gran competitividad en todo el mundo”. Dicho y hecho; nada más dar por finalizado el acto, comenzaba una lucha romana -por el marco- entre el público por encontrar un hueco por el que poder leer cada inscripción, un sitio en el que no reposase una mano para tocarla, un lugar adecuado para fotografiarse junto a ella, Su Majestad la Ensaladera.
Hoy Segovia, mañana El Espinar
La Ensaladera de la Copa Davis permaneció a lo largo del día de ayer en el Centro de Recepción de Visitantes, donde fueron muchos los segovianos y turistas que pudieron ver, tocar y fotografiarse junto al trofeo. La copa conseguida por el equipo español frente al argentino el pasado mes de noviembre permanecerá en la capital durante la jornada de hoy, para que el público segoviano pueda seguir disfrutando de su presencia, y mañana será trasladada al complejo deportivo del Open Castilla y León en la Estación de El Espinar. No será la primera vez que la Ensaladera de la Davis presida el Village del torneo espinariego, ya que en las dos ocasiones anteriores en las que fue conseguida por la selección española, en el año 2000 en Barcelona ante Australia y en el 2004 en Sevilla con Nadal a la cabeza frente a EE.UU. la Federación permitió que se trasladase a las instalaciones del Open durante la semana de competición.
