El presidente francés, Nicolas Sarkozy, y el primer ministro británico, David Cameron, principales impulsores de la intervención de la OTAN en Libia, sellaron ayer en Trípoli su intención de apoyar a la máxima autoridad rebelde.
En la primera visita de un jefe de Gobierno o de Estado al país, organizada en medio de estrictas medidas de seguridad y rodeada de un ambiente de manifiesta euforia, ambos líderes recibieron también las alabanzas de los dirigentes políticos del Consejo Nacional Transitorio (CNT) por su implicación en el conflicto armado libio. «La victoria no habría sido posible sin la ayuda de aliados como Francia y el Reino Unido», manifestó el presidente del CNT, Mustafa Abdulyalil.
Una ayuda que, según Abdulyalil, que estuvo acompañado por el jefe del Gobierno libio, Mahmud Yibril, responde únicamente a razones humanitarias. Una cuestión sobre la que volvieron Cameron y especialmente Sarkozy, que negó la existencia de acuerdos secretos en Libia y de un supuesto pacto entre París y Bengasi para la explotación del 35 por ciento del crudo libio.
No obstante, tanto el CNT como ambos líderes europeos insistieron en que todavía queda mucho por hacer. Muamar el Gadafi «tiene que ser detenido» apuntó Sarkozy que, con Camerón, arropó a la cúpula política rebelde.
El premier británico reconoció que todavía se está «lejos de haber terminado el trabajo» en el combate con las fuerzas gadafistas que aún resisten y mostró su disposición a seguir ayudando al CNT en la búsqueda de Gadafi.Los miembros del Consejo también agradecieron a Francia su compromiso con la reconstrucción de centros escolares y en la vigilancia de las fronteras del sur del país y al Reino Unido de unos 684 millones de euros en bienes libios confiscados que desbloquearán.
Mientras, los rebeldes anunciaron que sus tropas habían entraron en la ciudad de Sirte, uno de los principales feudos que aún quedan bajo control de tropas leales a Muamar el Gadafi.
No obstante, un portavoz militar de los sublevados afirmó que existía un especial «problema» en la zona por la presencia de decennas de francotiradores leales al coronel, que darían su vida por defender al dictador.
