No sé si me repito o es que ya soy un clásico”. Con estas palabras iniciaba Quico Cadaval la última jornada del festival de Narradores Orales de este año, haciendo alusión a sus múltiples intervenciones en este festival, hecho que atrae el público año tras año porque el patio de la Casa de Andrés Laguna estaba absolutamente abarrotado.
El narrador gallego, con su ya característico humor ácido e ingenioso, no dejó escapar la oportunidad de enganchar al público desde el minuto uno con sus entretenidas historias sobre su Galicia natal.
Antes de iniciar su intervención, decidió explicar al público de dónde viene su afición por la narrativa: “He heredado dos tradiciones: la femenina y la masculina; de la primera, me sale el interés por contar historias; de la segunda, el acto de morir vomitando sangre por la boca”. Estas palabras arrancaron la sonrisa del auditorio, que ya no paró hasta pasados los noventa minutos que duró su oratoria.
Desde sus experiencias viajando por Latinoamérica hasta un divertido recorrido por los nombres gallegos: “En Galicia un nombre que se pone mucho es el de Mauro, en honor al jugador del Deportivo de la Coruña, Mauro Silva”. Y explicó la diferencia entre la tradición de poner nombres a hombres y mujeres: “Cuando se pone los nombres de acuerdo a la creencia de la cualidad del Santo del día, siempre salen ganando los hombres: Perfecto, Modesto… En cambio, las mujeres sufren toda la vida esa penitencia: Dolores, Angustias…”, apuntó.
Si algo le caracterizó la noche del domingo a Cadaval, no fueron las historias narradas, de máxima sencillez, sino el cómo las contó: su falta de expresividad la suplió con una acidez que no dejó de hacer sonreir al público, ni siquiera al director del festival, Ignacio Sanz, que no pudo escapar a sus mordaces comentarios: “Quiero agradecerte que hayas contado conmigo. Sé que diciéndote esto te estoy haciendo la pelota pero también sé cuánto te gusta”.
Tampoco faltó un pequeño homenaje al escritor Álvaro Cunqueiro, al que calificó como uno de los mejores del siglo por su “facilidad para emocionar y elevar una historia de campesinos al nivel de una gran obra histórica”.
