He de confesarlo. Admiro a Manolo García porque es un tipo que ha labrado su carrera musical con la tenacidad con la que el salmón remonta el río a contracorriente. En plena eclosión de la «movida» fue capaz junto a Quimi Portet de ofrecer una nueva visión del pop-rock en castellano cargada de símbolos, repleta de emociones y no exenta de un -en ocasiones- vibrante lirismo con El Último de la Fila.
Pasó el tiempo y, ya en solitario, decidió mantener las esencias de una forma de hacer música que ha servido como banderín de enganche para muchos otros grupos que ahora encabezan listas de éxitos y se sitúan en las preferencias musicales de la mayoría.
Mi admiración se acrecentó cuando, llevado de esa tenacidad por defender su obra, llegó a manifestar en publico su desagrado al escuchar las canciones que creó e interpreta en las voces de aspirantes a cantantes en el karaoke televisado más importante de España, que va ya por su octava o novena edición (¿pueden creerlo?)
Y es que Manolo García es un espíritu inquieto, pero fiel hasta la tozudez a sus principios, y por eso cuenta con una legión de seguidores que anoche llenaron el Frontón Segovia para presenciar su concierto de la gira «Saldremos a la lluvia. Segunda parte», con el que regresó (otra vez) a Segovia tras una reciente intentona fallida.
La propuesta del cantante catalán es de sobra conocida. Un puñado de buenas canciones interpretadas por un músico que ama su oficio y que se divierte sobre el escenario, premisas básicas para el éxito de cualquier concierto, sea de la música que sea. Una vez garantizado lo esencial, Manolo García ofrece un atractivo envoltorio para su música basado en un sencillo pero efectivo escenario y una magnífica iluminación que contribuyen a crear el ambiente que pretende.
Sobre las tablas, Manolo García corre, salta, jalea y su sudor cambia el gris perla de su camisa por un gris oscuro donde se refleja la entrega en cada canción. A su alrededor, un brillante grupo de músicos acompañan sin estridencias, ya que el exceso le puso el bailarín que coreografió algunas de las canciones del concierto. Su presencia va en gustos…
Lamentablemente, los esfuerzos de García sobre el escenario no se vieron recompensados con un adecuado sonido, que aunque fue de menos a más en calidad a lo largo del concierto, demostró que el Frontón Segovia es un lugar cómodo para el público pero incómodo para la música.
Pero a un creador como Manolo García puede exigírsele mucho más. Si bien es cierto que las cerca de 3.000 personas que ayer presenciaron el concierto disfrutaron de cada una de las canciones, el talento creativo del ex Último de la Fila parece haber llegado a un callejón sin salida. Conociendo el respeto casi reverencial que demuestra por el público, es muy posible que tras concluir esta gira, piense en darse un tiempo de reflexión y buscar nuevos caminos que le mantengan esencialmente vivo en la música.
Seguro que a sus millares de seguidores no les importará aguardar un tiempo prudencial pero necesario para que García vuelva a recuperar la capacidad de sorpresa y la magia que su música tiene y que, de un tiempo a esta parte, parece haber perdido. Personalmente, seré de los que esperen, porque el autor de canciones como «Insurrección» o «Soy un accidente» bien merece una tregua.
Las últimas líneas deben servir para glosar la modélica organización del concierto, enmarcado en las actividades del ciclo de primavera de Horizonte Cultural, y que prueba la eficacia y el buen hacer de esta asociación en todo lo concerniente a las actividades culturales.