La Octava edición del Hay Festival de 2013 nos brinda la oportunidad de ver una exposición realmente memorable, tan solo que sea con tan escaso tiempo, apenas una semana para tanto esfuerzo. Por primera vez podemos ver en Segovia una muestra de obras del pintor y escultor vasco Agustín Ibarrola. En un espacio expositivo único y excepcional, la Huerta de la calle del Marqués de Villena, una finca ajardinada de 4.000 metros en el barrio de San Marcos propiedad del Félix Ortiz, que una vez más acoge bajo su esbelta arquitectura vegetal y en perfecta sintonía con la huerta una exposición de esculturas. En cada edición del Hay Festival arte y naturaleza se fusionan como jamás imaginaran tantos artistas del Earth Art en dos espacios inauditos, el Romeral de S. Marcos y la Huerta de la Calle del Marques de Villena, en el Valle del Eresma, que sigue conservando su significado y su simbolismo, valle de templos, como le rememoraba María Zambrano.
«Ibarrola en libertad» reúne más de 30 esculturas representativas de tres importantes conjuntos de obras de Ibarrola. Una cuidada selección de obras del «Bosque de los tótems» (1996), traviesas de las viejas líneas de ferrocarril, pintadas y talladas que, al ponerlas en pie y conservar las huellas de chapas y tornillos para atar la madera a los raíles, alcanzan una identidad propia y simbolizan «tótems humanos» con su propia fisionomía, mirada y personalidad. En la exposición se incluyen tres obras monumentales que forman parte de un homenaje al municipio de Reinosa, que sintetiza el área industrial con la parte histórica. Tres figuras humanas, una estructura de planos habitables en sus óxidos y un cilindro contorneado por un rayo de luz, puro dinamismo entre espacios internos y externos para una vida libre y equilibrada.
Revelador título, «Arte en Libertad», dando continuidad a la exposición que en el 2000 iniciara en Santillana del Mar. Y de nuevo surge, como en la anterior exposición en la Huerta, «Esculturas en libertad» (2012) de Lorenzo Coullaut-Valera «Covatelo», un diálogo silencioso y fecundo entre las obras solemnes de Ibarrola y los frutos efímeros de la huerta, síntesis posible entre el hierro oxidado, las maderas desusadas y las verduras frescas.
El conjunto escultórico de gran tamaño «El bosque de totems», con un peso de 18 toneladas y realizado con medio centenar de traviesas de ferrocarril sobre bloques de hormigón, se expuso por primera vez enero y febrero de 1997 en la estación de Bilbao-Abando, luego realizó una gira durante cinco meses por diversas estaciones españolas (Santander, Valladolid, Córdoba o Valencia), antes de su ubicación definitiva desde julio de ese año en la estación madrileña de Príncipe Pío. Ahora las veinticinco piezas expuestas en Segovia alcanzan una vida propia, y sus formas y colores renuevan la memoria en el frescor del valle, provocando nuevos itinerarios entre el tacto carcomido, el olor aún a carbonilla y los colores y formas sugerentes. Nueva vida para viejos materiales, materiales usados y desusados, vencidos por el tiempo, desplazados por otras innovaciones, pero aún guardando entre sus vetas y nudos toda la memoria de los trabajos y los días de los hombres, de los viajes y de las luchas. Frente a los materiales llamados nobles, emergen para el arte, con nueva significación, aquellos materiales pobres, testigos de la naturaleza quebrada y de un mundo que se expande y transforma, que se habita.
«El creador siempre ha estado respondiendo a su momento», ha comentado Ibarrola en cuantas ocasiones hemos querido escucharle, así sus obras son partícipes del arte de vanguardia, arte otro, arte reciclado, pero también vía máxima de expresión de libertad. Y de nuevo al arte de Ibarrola integra los saberes y respetos de los viejos oficios, que él mismo practicara, labores en el caserío, albañilería, minería, carpintería Es un arte solidario para que la memoria no se duerma, un arte para abrazar, para recrear la vida digna.
La obra artística de Ibarrola integra al hombre («Hombro con hombro», 1971-86) en la naturaleza («Bosque de Oma», 1983-1991, Bosque encantado», 1995, «Bosque de O Rexo (Allariz), 1999, y las rocas de la finca La Garoza, Muñogalindo, 2006), dando valor y dirección a sus conquista de libertad («La casa de hierro», 1989, y «Cubos de la memoria», en Llanes, Asturias, 2001).
Arte desde la memoria. y para la libertad, desde la solidaridad para la paz, desde la experimentación para la democracia, desde la diversidad para la tolerancia.
Paseando entre las figuras totémicas y humanas de la exposición de Ibarrola se percibe el diálogo que representa toda su creatividad, dialogo de materiales, diálogo de estéticas, diálogo de opciones ciudadanas. Una excelente síntesis de momentos del arte contemporáneo desde el paisaje vasco en la memoria al cubismo, desde el constructivismo (Equipo 57, Oteiza) al expresionismo como veta de denuncia social (con Goya en la retina), desde el Land Art como vanguardia a las intervenciones en espacios abiertos y democratizados («La Esfera», Leganés, Madrid, 2003). Del constructivismo a la «ecoestética» (M. Vázquez Montalbán) sin perder el sur, siempre el sur de la libertad.
Ibarrola, arte en y para la libertad. Creatividad dialéctica entre cultura popular y vanguardias artísticas, nacionalismos e internacionalismos, naturaleza y arte, localismo y cosmopolitismo, forma y materia, pluralidad y democracia, pintura y escultura, razón y mitos. El arte y la naturaleza poseen la capacidad de suscitar los sentimientos más hermosos, más humanos, nos propone Ibarrola.
Recordando a Manolo Vázquez Montalbán repetir aún y cuantas veces sea necesario que al igual que Gabriel Celaya escribiera en la lengua de la libertad, Ibarrola solo pinta con los colores y las formas de la libertad.
