Hay entrenadores que no consideran los derbis como un partido especial, sino que pretenden “trivializarlo”, reduciéndolo a la expresión de un choque más dentro de una competición con casi 40 partidos. Otros, sin embargo, saben que tocando un poco la fibra de sus jugadores, éstos suelen salir con una motivación extra a esta clase de encuentros de rivalidad.
Ayer, en La Albuera, la Segoviana salió al campo pensando que el derbi frente al Unami no era sino un partido más, y uno no demasiado difícil, frente a un oponente de la zona baja de la tabla. Sin embargo, el Unami saltó al helado césped de La Albuera con el cuchillo entre los dientes, queriendo demostrar que su puesto en la tabla no es el que se corresponde con su calidad, pero también que puede ser un más que digno rival para un vecino que le supera en presupuesto. Y, visto lo visto, la motivación con la que jugaron los hombres de Tito Domingo superó en mucho a la de los de Santi Sedano. De ahí el resultado final.
Hecho este primer análisis general, el derbi que midió a azulgranas y azules tuvo también sus condicionantes particulares, y también sus nombres propios. Como el de Roberto, que con todo a favor (y tras quitar de en medio a su defensor) remató fuera a puerta vacía un servicio al segundo palo de Ramón Marín. O como el de Quino, que se convirtió en una auténtica pesadilla jugando entre líneas, mostrando una clarividencia en su juego que le convirtieron en el mejor jugador del choque. O como el de Iván, que después de mostrar todas sus virtudes en un primer remate de Juanlu que sacó de manera espectacular a córner, mostró buena parte de sus carencias al comerse con patatas el lanzamiento de esquina botado Seta, que se convirtió en el 0-1, y que posteriormente despejó al centro un centro sin más complicaciones de Otero en la acción que dio origen al 0-2, tras un penalti que Chema no tuvo más remedio que cometer ante el remate franco de Quino.
Pero si hay que personalizar la victoria, justa, clara y contundente, del Unami sobre la Segoviana, las miradas han de centrarse sobre el entrenador del equipo azul. Tito Domingo supo encontrar la manera de desactivar el juego de la Segoviana adelantando su línea defensiva, empujando con ello a sus jugadores más ofensivos, que presionaron con una insistencia brutal a la zaga de la Segoviana con la ayuda de sus dos pivotes, Chechu y Mariano, que realizaron una extraordinaria labor de desgaste sobre los mediocentros gimnásticos, absolutamente ahogados en su fútbol, y perdiendo balones de manera constante, lo que propiciaba las contras en superioridad de los azules, que atacaban con cuatro hombres, pero que comandados por Quino sembraban una y otra vez el pánico en la zaga del equipo de casa. Evidentemente son los jugadores los que hacen bueno un sistema, pero si el técnico se confunde a la hora de leer el partido, de poco sirve correr como un pollo sin cabeza. Así que, a Tito lo que es de Tito.
La Segoviana, por su parte, no cambió un ápice su forma de jugar, pese a que ya en el primer cuarto de hora de partido se veía claro que los azulgrana no encontraban la manera de superar la presión a la que se veían sometidos. Los de casa no jugaron con velocidad más que en la ocasión ya narrada de Roberto, porque en el resto de las oportunidades su juego estuvo tan escaso de velocidad como de acierto en el pase, y ello fue tanto demérito de los azulgrana, que no supieron cambiar su ritmo de juego, como mérito de los “visitantes”, que ni siquiera con el 0-2 en el marcador cedieron en su presión insistente, desactivando una y otra vez todos los intentos ofensivos de sus oponentes.
En los primeros cuarenta y cinco minutos la Segoviana llevó el peligro sobre la meta de Mario en las acciones a balón parado, sobre todo en una falta de Víctor Pérez que el portero del Unami despejó en gran intervención, y posteriormente Fran sacó de la raya tras el lanzamiento de Ricardo, o en una jugada de saque de esquina que Manu envió a las nubes cuando tenía casi todo a su favor para meter el balón dentro.
Pero, si a la Segoviana hay que contabilizarla esas acciones peligrosas, injusto sería no decir que el Unami pudo haber marcado su tercer tanto en varias ocasiones, tanto en la primera parte como en la segunda. Como en un remate cercano de Quino desde la frontal que sacó Iván, u otro de Seta que el portero de la Segoviana rechazó con muchos apuros, o varias contras llevadas por Juanlu y Morales que no se convirtieron en gol por milímetros.
Tras el descanso, Sedano apostó por dar entrada a Asier en detrimento de Ricardo, pasando Dani Calleja a jugar por el centro. Pero, salvo un par de acciones de mérito del jugador azulgrana, nada cambió en la decoración del partido, porque la zaga del Unami no ofreció ni un solo resquicio, con un Fran que templó y mandó a sus motivadísimos compañeros. Existían dudas sobre si los azules iban a poder aguantar el ritmo defensivo que habían impuesto en el primer período, pero esas dudas quedaron disipadas al ver cómo Otero y Seta ayudaban de manera constante a Pocho y Otero para que no se vieran superados en banda por sus oponentes. De esta manera la Segoviana, cuyos jugadores casi siempre la pedían al pie y casi nunca al espacio, vio con impotencia cómo los minutos se iban pasando sin poder siquiera poder lanzar a la portería de Mario. Al final, el Unami se llevó el derbi con justicia, porque su entrenador supo leer el partido de manera perfecta, y sus futbolistas jugaron con mucha más motivación que la Segoviana. Porque un derbi no es un partido más.
