Es impresionante toda la parafernalia publicitaria que maneja Pedro Almodóvar alrededor de su obra. Va dosificando entre el secretismo, las sibilinas filtraciones y las declaraciones calculadas mientras se pone en marcha el rodaje, acelerando a medida que se acerca el estreno y explotando fuerte en el momento preciso, cuando se trata de llevar espectadores a pasar por taquilla. No hay medio de comunicación que permanezca indiferente cuando Almodóvar aparece pletórico, desenfrenado tratando de vender su última producción.
Lo malo de todo esto es que tal vez se crean excesivas expectativas en torno a las supuestas virtudes de su cine y, en más de un caso, acaba defraudando un tanto porque, por más que se nos quiera vender la buenísima imagen que Almodóvar proyecta fuera de España y sobre todo en la vecina Francia, su cine es el que es y no a todo el mundo tiene que gustarle, entre otras cosas porque no es tan bueno como a toda costa quieren convencernos.
En fin, sirva este preámbulo para dejar claro que tampoco esta vez me ha convencido la última película de Pedro Almodóvar y ya puedo afirmar que no me gusta el cine del cineasta manchego, cuando abandona la comedia, único género en el que ha creado una película realmente redonda: «Mujeres al borde de un ataque de nervios», allá por 1988.
No quiero decir que el cine de Almodóvar no me interese, porque es éste un director que sabe hacer cine y sus películas siempre ostentan fragmentos estupendos, humor corrosivo, cierta tendencia hacia la subversión, un contrapunto satírico menos abundante cuanto más serio y melodramático se pone…, pero en general no me interesan nada las fuentes literarias en las que basa sus guiones o en las que se inspira, por lo que difícilmente me puede llegar luego la temática de sus películas, que me suele parecer epidérmica, de escaso trasfondo, demasiado vacua, excesivamente hueca, extravagante. En una palabra, delirante.
He de decir entonces claramente que «La piel que habito» no me ha gustado. Comprendo que haya gente a la que sí le guste y, sí, me consta que a muchos espectadores les ha gustado esta película, por lo que no seré yo quien les diga que no vayan a verla, pero desde luego tampoco les animaré a ello. Creo que de Almodóvar se debe esperar más que simples filigranas y por ello suelo salir de sus películas algo cabreado.
Me duele que sea el artificio y no el arte, que sea la superficialidad y no la profundidad de conceptos y contenidos lo que guíe el cine de este cineasta. Su productora maneja dinero suficiente, cuenta con los intérpretes que quiere, incluso el ya hollywoodiense Antonio Banderas se presta a seguirle ciegamente el juego, puede, en definitiva, hacer el cine que desea… por eso debería subir el listón de exigencia propia y tocar temas con verdadero interés y no contentarse con filmar monerías, cine de género de segunda categoría.
Y si simplemente quiere entretener al respetable, pues que haga comedia, que es lo que mejor sabe hacer. Si busca el riesgo, que se arriesgue con algo más serio, más sólido que un argumento de literatura de serie, por muchos guiños culteranos que después sea capaz de entremeter.
En fin, que no le quiero quitar a nadie las ganas de ver «La piel que habito», pero a mí es una película que no me llega, que no me creo y, por supuesto, que ni me apasiona ni emociona lo más mínimo, pero como parece que a muchos otros sí les ha gustado, pues allá cada cual.