La conversión de las viejas piedras de Santo Domingo en un moderno y versátil espacio ha costado a la Fundación Villa de Pedraza alrededor de 900.000 euros, aportados desde 1998 a la actualidad.
El paso de los siglos fue dejando múltiples heridas en el templo. De la primitiva iglesia románica de Santo Domingo no quedan otros restos que los que fueron aprovechados en la reconstrucción y ampliación de la misma, en el siglo XVI. Más tarde, en 1763, se realizó otra importante reforma, la última antes de la ruina definitiva del edificio. Ya en el siglo XIX, la iglesia de San Juan —en la Plaza Mayor de Pedraza— habría de convertirse en la beneficiaria de los bienes de la de Santo Domingo. Un cura, Leandro Valencia, consiguió en 1873 permiso para trasladar la portada de Santo Domingo a San Juan, pretendiendo con su iniciativa cerrar el atrio de esta última iglesia (así se hizo y allí permanece la portada, aunque la cruz de Santo Domingo que aparece sobre el dintel recuerda su procedencia).
Diversas circunstancias motivaron que la familia Zamarriego se hiciera con la propiedad de Santo Domingo, hasta que mucho tiempo después, en 1998, la Fundación Villa de Pedraza negoció su adquisición, consiguiendo finalmente su propósito.
La compra costó 240.040 euros, realizando a continuación su desescombro y, una década después —2008 y 2009— la colocación de una cubierta, que tuvo un coste de 193.789,99 euros. Acabada esa vital actuación, que contribuyó a evitar la ruina total del templo, en los últimos años ha proseguido la restauración de la antigua iglesia, “respetando la historia del edificio, tratando todas sus piedras con muchísimo cariño”, como señala Acebo.
