La revuelta en Siria contra el presidente, Bachar al Asad, cumplió ayer un año. Ese 15 de marzo de 2011 comenzaron las protestas en diversas localidades del país, donde miles de personas se reunieron en un Día de la Ira para revindicar el derrocamiento de la tiranía y la anulación del estado de emergencia. Unas manifestaciones que, en los primeros días, se cobraron la vida de decenas de ciudadanos, principalmente en Deraa, a manos del Ejército, después de que el régimen denunciase una «conspiración».
365 días más tarde, la sangre tiñe diariamente diferentes municipios de la nación, principalmente Homs, que se ha convertido en los últimos meses en el bastión de los opositores a un Gobierno que ha redactado una nueva Constitución y ha convocado elecciones parlamentarias para el próximo 7 de mayo. Unas medidas insuficientes, tanto para la comunidad internacional como para los grupos antigubernamentales, que, con motivo del aniversario, denunciaron nuevamente las «atrocidades» del régimen, que en este año ha causado más de 7.000 muertos.
Con motivo de la conmemoración, miles de personas volvieron a salir a las calles para manifestarse contra el Ejecutivo, pero también para mostrar su apoyo a Al Asad.
Mientras Homs, Idlib y Hama lideraban las consignas contra el presidente, Damasco congregó a enfervorizados seguidores del dirigente, que coreaban lemas como «Sacrificamos nuestra sangre y alma por ti, Bachar», al tiempo que ondeaban banderas sirias y retratos del mandatario, pero también enseñas de Rusia y China, dos países que han impedido que el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas aprobara el plan promovido por la Liga Árabe para que Al Asad renunciara al poder y diera paso a una transición.
Por otro lado, más de 3.000 correos electrónicos del presidente y su mujer, interceptados por la oposición, desvelaron que el jefe del Ejecutivo habría seguido recomendaciones de Irán sobre cómo hacer frente a las protestas y esquivar las sanciones de Occidente.
