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Una dictadura de 21 kilómetros

por Redacción
13 de abril de 2015
en Deportes
Una hilera de corredores populares

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La prueba rozaba los diez minutos cuando las dos caras del atletismo se encontraron frente a frente. Gizaw Bekele ya había decidido que su lucha sería solitaria y ampliaba su diferencia a los 15 segundos con un trío perseguidor que se despediría poco después de su rastro. Todos ellos, y algún privilegiado más, bajaban desde El Sotillo hacia Vía Roma cuando recibieron el emotivo aplauso de las huestes de atletas populares que iniciaban la subida. Les separaba un abismo temporal y varios palmos de pavimento, pero durante unos instantes fueron uno.

Bekele había puesto paso firme un kilómetro antes. El etíope, que suma su tercer triunfo consecutivo en la Media Maratón de Segovia, estiró el grupo desde la salida y acabó quebrando el asfalto en las calles de El Sotillo. Javier Núñez, a la postre tercero, luchó por seguir escuchando las pisadas del líder, pero la fractura se hizo inevitable. Primero cinco segundos, luego 10… y en el kilómetro cinco ya había abierto un hueco de medio minuto.

Samir Ait Bouchmane, que lideraba el terceto perseguidor, era uno de los firmes candidatos a derrocar a Bekele. El marroquí asumió su rol y elevó al máximo sus pulsaciones para recortar distancias, pero sucumbió en los primeros metros de San Lorenzo y abandonó en la rotonda que baja hacia la plaza, dejando a Núñez, que ya no tiraba con tanto ánimo, con José Luis Blanco.

Perseguir a Bekele era una utopía. Zancada a zancada, con un ritmo que dotaba a la velocidad de un añadido matemático, solo se intuía en el horizonte de la Alameda del Parral. A la salida de la Fuencisla, en torno al kilómetro ocho, ya tenía 55 segundos de margen, ventaja que administraría sin problema y ampliaría hasta el minuto y medio en línea de meta.

Consciente de su margen, el etíope ya sonreía bajando la avenida de la Constitución cuando escuchó el colchón que tenía: “Esto ya está ganado”, dijo sonriendo. La experiencia de sus triunfos le permitió disfrutar de los últimos metros, correspondiendo con aplausos a los ánimos del gentío que llenaba Fernández Ladreda. El reloj marcaba 1:08.58, pero sus cuentas se habían decidido mucho antes. El vuelo de sus zancadas fue supersónico; su dominio, mayúsculo.

En una dimensión más terrenal, Sánchez y Núñez debatieron el segundo puesto. El primero, ganador hace dos meses de la Carrera Monumental y cuarto el año pasado en la Media Maratón, hizo valer su experiencia en una ciudad que conoce bien y fue de menos a mas. Al igual que en febrero, el abulense aprovechó la subida por la calle Real para separarse de su rival, que pagó en exceso sus esfuerzos iniciales y acabó cediendo 1 minuto y 32 segundos con su rival.

Tras quedar en solitario en el ecuador de la prueba, Núñez hizo visible su cansancio, braceando demasiado y gesticulando su agonía. Desde el adiós de Ait Bouchmane, el colchón con el trío perseguidor superó con holgura el minuto, pero la fatigada respiración con la que terminó la prueba se tradujo en el minutero y el cuarto, Rodrigo Ares, llegó a 40 segundos del podio.

Mazaria, reina sin piedad

Las bicicletas que acompañaban a los puestos de honor de la carrera femenina no formaron para nada un pelotón. Las distancias fueron amplias y la vallisoletana Marta Mazaria se rehizo de las malas sensaciones de su cuarto puesto del año pasado con una marcha hegemónica. Su meritorio tiempo de 1:23.00 adquirió un valor estratosférico cuando su perseguidora, Marta Vírseda, llegó a meta siete minutos después.

En su segunda edición, Vírseda mantuvo un margen de dos minutos con la tercera pese a los problemas físicos con los que llegaba. La segoviana tilda a Mazaria de “profesional como la copa de un pino” e indicó al final de una prueba que afrontó yendo de menos a más el reto mayúsculo de cazarla, algo que nunca se llegó a plantear.

Con el mismo margen que le separó del segundo puesto, aseguraría Elena Guinot el último cajón del podio. Acompañada por su amigo Juan, que la ha “exprimido al máximo” para ser tercera. En su segunda edición, esta madrileña con familia en Segovia descartó metas mayores y fijó su concentración en no ver rivales en la retaguardia.

Nacho de la Calle, mejor segoviano

En la batalla local, Pedro Luis Gómez se vio obligado a ceder la hegemonía que había impuesto a lo largo de los últimos años. Nacho De la Calle llegó a meta en sexta posición y se consagró como mejor altera segoviano, un puesto por delante de Gómez, nada habituado a verse superado en una prueba de entidad. De la Calle ha aumentado sus prestaciones por su experiencia en las carreras pedestres y, aunque ambos mantuvieron el contacto visual durante buena parte del recorrido, llegó con un cómodo margen al milenario arco de meta. En la categoría femenina, Vírseda dominó con mano firme y añadió la corona local a su meritorio segundo puesto.

Los auténticos dueños

Cuando los protagonistas de los podios estaban duchándose y vistiéndose de calle, llegaban las huestes populares y los guías que llevaban los globos con su ritmo orientativo. En los primeros pasos de La Albuera, mediado el kilómetro 18, llegaban jadeando los atletas en busca de esa bajada definitiva con la que respirar. Uno de ellos tomó el camino de la acera: “Yo vivo aquí, ya no ando bajando”. Empezaban los disfraces, la liga de aficionados de fútbol, desde la Real, la Ponferradina o la selección boliviana. También había sitio para el ingenio, con clubes como Los keniatas del sur, de Santa Cruz de Tenerife.

Los rezagados respondieron con incredulidad a los ánimos de los voluntarios, que en otro ejemplo más de su encomiable esfuerzo les pedían un último empujón diciéndoles que la bajada era inminente: “¡Eso me llevan diciendo toda la prueba!”, gritaba uno. “¿En esta ciudad no se bajan cuestas o qué?”, reía otro. Están a muchos minutos de los medallistas, pero no necesitan ningún reconocimiento porque la fiesta les pertenece.

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Edición digital del periódico decano de la prensa de Segovia, fundado en 1901 por Rufino Cano de Rueda

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