La hasta ahora minoritaria Nueva Alianza Flamenca (N-VA), una joven formación integrada por los independentistas y conservadores flamencos, se impuso ayer en las elecciones belgas al lograr el 30 por ciento de los votos de la comunidad neerlandófona, según los primeros datos oficiales. Tras conocer el triunfo, su líder, Bart de Wever, aseguró estar dispuesto a «tender la mano a los francófonos» para negociar la profunda reforma del Estado que reclaman los flamencos y que daría más competencias a las regiones hasta el punto de escindir el Estado en dos.
En la mitad sur del país, en la francófona Valonia, el Partido Socialista (PS) consiguió también en torno al 30 por ciento de los sufragios y se convirtió en la formación mayoritaria de la región. Su líder, Elio di Rupo, recogió el guante de De Wever y afirmó estar listo para lograr un acuerdo «equilibrado» para «flamencos, valones y bruselenses» que permita «estabilizar» el país.
Del lado flamenco perdieron apoyos los democristianos (CD&V) del aún primer ministro Yves Leterme, también los liberales (Open VLD), que forzaron la crisis de Gobierno, y las formaciones independentistas de DeDecker y la ultraderecha de Vlaam Belang.
Los resultados en Valonia mostraron también la caída de los liberales del Movimiento Reformista, cuyo líder, el actual ministro de Finanzas, Didier Reynders, advirtió en un discurso ante sus seguidores de que el auge del nacionalismo de N-VA en Flandes «será problemático para el país».
Por su parte, De Wever compareció ante seguidores y medios de comunicación para confirmar que su formación «representa sin duda el 30 por ciento» de los votos flamencos, lo que le convierte en «el mayor partido de Flandes», y reclamar que «lo antes posible» se afronten las reformas «necesarias» en el Estado federal.
«Hay que reformar el Estado y hay que sanear las cuentas públicas, como flamencos éste debe ser nuestro objetivo. Tiendo la mano a los francófonos. Nadie tiene interés en que el país quede paralizado (…), hay que atreverse a avanzar», declaró.
Antes, en otra comparecencia pública, la presidenta del CD&V, Marianne Thyssen, reconocía la derrota electoral de su partido, hasta ahora la primera fuerza de la región neerlandófona.
Con los primeros datos escrutados, la Nueva Alianza Flamenca se convierte también en la fuerza más votada en todo el territorio belga, por lo que De Wever debería ser el primer candidato al que el rey Alberto II encargado de formar un nuevo Gobierno.
Sin embargo, el líder del N-VA se ha declarado en el pasado que no le atrae el cargo de primer ministro y que está dispuesto a apoyar a un líder valón para dirigir el futuro Ejecutivo federal, pese a que Bélgica no ha tenido un primer ministro francófono en las tres últimas décadas.
A partir de hoy se espera que el monarca inicie una ronda de contactos con los líderes de todos los grupos políticos y designe finalmente al vencedor para que forme el nuevo Ejecutivo del país.
Los complicados equilibrios entre las dos comunidades que debe respetar el Gabinete federal belga auguran largas negociaciones para acordar una coalición, que podrían alargarse hasta el otoño, pese a que Bélgica asumirá este primero de julio la Presidencia de turno de la Unión Europea.
A todo ello se suma el tremendo impacto de la crisis económica, que ha llevado a no pocos medios de comunicación a definir a Bélgica, un país de poco más de 10 millones de habitantes, como la Grecia del norte.
De hecho, su enorme deuda pública supera el 100 por cien del PIB, una cifra que solo es inferior a la que registran la propia nación helena e Italia.
