La insistencia de la cúpula del PSOE en defender a capa y espada el liderazgo indiscutible del presidente Rodríguez Zapatero, supuestamente tan inmune a su desplome en las encuestas como al varapalo de las primarias madrileñas, no ha dado demasiados frutos. De hecho, las disensiones en el seno del Partido Socialista se manifestaron ayer con la misma rapidez que la onda expansiva del exitoso motín de Tomás Gómez.
El último encargado de evidenciar que la marca ZP comienza a ser mucho más un estigma que garantía de éxito fue nada menos que José María Barreda, presidente de Castilla-La Mancha y uno de los principales barones regionales de la formación de Ferraz, quien, sin el más mínimo disimulo, pidió al Gobierno «medidas contundentes y un cambio de rumbo» para evitar «un descalabro electoral».
El líder regional, que manifestó sus temores durante una entrevista concedida a la emisora de radio Onda Cero reclamó asimismo a su partido que no se resigne ni se conforme, y que pase a la «ofensiva». «Espero señales claras de querer ganar», sostuvo Barreda antes de mostrarse partidario de la limitación de mandatos de los presidentes de Gobierno.
Tales palabras, mucho más destacables por su valentía que por su novedad, ya que son numerosos los socialistas que están verdaderamente temerosos de que la caída libre del inquilino de Moncloa se traduzca en varapalos para ellos en las próximas elecciones autonómicas, cayeron como una bomba en los despachos de la sede de Ferraz, cuyos inquilinos saben que su carrera está ligada a la del leonés.
Así, en un casi desesperado intento por desactivar la rebelión y aparentar normalidad, la vicepresidenta De la Vega se apresuró a señalar que «el presente y el futuro del PSOE y el Gobierno pasan por el proyecto que lidera José Luis Rodríguez Zapatero». A juicio de la número dos del Gabinete, Zapatero es el «mejor activo que tiene el partido del puño y la rosa, más allá de opiniones puntuales».
También se mostró crítico hacia las palabras del manchego su colega extremeño, Guillermo Fernández Vara, quien, recurriendo al lenguaje taurino y tras criticar que «los mismos que antes le sacaban a hombros ahora le tiran almohadillas», aseguró que él nunca se pondrá de «medio lado» y «dejará solo al torero, sin cuadrilla».
No obstante, tan nobles esfuerzos dialécticos para aparentar sosiego y unidad quedaron devaluados por unas sorprendentes palabras del ministro de Industria, Miguel Sebastián, que se descolgó con la afirmación de que el Consejo de Ministros es «como un cumpleaños, nunca sabes cuántos te quedan». Tal insinuación, seguramente nada casual, también fue replicada por De la Vega: «Está bien claro que no hay ninguna crisis de Gobierno». La vicepresidenta añadió que «en el futuro inmediato» solo está prevista la sustitución de Celestino Corbacho, quien dejará la cartera de Trabajo e Inmigración para regresar a la política catalana. «Lo único que habrá en su momento es la sustitución de un ministro que se va a otras tareas. Ni crisis, ni despedida ni nada», concluyó la mano derecha de Zapatero.
Ante semejante panorama de descomposición , la secretaria general del PP, María Dolores Cospedal, explicó que todo apunta a que hay líderes del PSOE que están «muy asustados» por un posible castigo electoral, y «parece que algunos quieren abandonar el barco». «Me ha sorprendido un poco esta manifestación tan drástica
-de Barreda-, porque hace muy poquito, a final de agosto, él mismo decía que era suicida para el PSOE cambiar de liderazgo», recordó la número dos popular en franca coincidencia con su compañero y alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, quien también consideró «llamativo» que el manchego «diga que no quiere ni el discurso ni el modelo ni la presencia de aquellos compañeros suyos que están gobernando España».
Los nervios del ‘sálvese quien pueda’.- Los dirigentes regionales y muchos alcaldes socialistas temen que serán ellos quienes, como ocurrió en 1995, terminen pagando la factura del Gobierno central.
Por más que la cúpula de Ferraz se rasgue las vestiduras públicamente, lo cierto es que las críticas a Zapatero del presidente de Castilla-La Mancha, José María Barreda, apenas han extrañado entre los dirigentes socialistas de varias regiones, especialmente entre los alcaldes, que apuestan por un desmarque rotundo de las políticas del inquilino de Moncloa porque temen que les ocurra algo similar a lo que pasó en las autonómicas y municipales de 1995, que supusieron un gran descalabro para el PSOE y un adelanto de la derrota de Felipe González en las generales del año siguiente.
Según fuentes socialistas que se ampararon en el anonimato y que citaron encuestas que posee la formación de Ferraz, aseguraban ayer que en los estudios sociológicos la respuesta es «mayoritariamente favorable» a la hora de enjuiciar la gestión que se realiza en las comunidades y municipios gobernados por el PSOE, algo que no sucede con el Ejecutivo central, cuyo fracaso tiñe todos los ámbitos del PSOE.
Todo ello, ratificado por el mencionado desastre de hace ya tres lustros ha llevado a Barreda a intentar desmarcarse del debate nacional y para centrar su estrategia en que el debate se circunscriba a la región y a los municipios, rechazando incluso, tal y como ha llegado a reclamar expresamente, la presencia de líderes nacionales en la campaña de l cita de mayo próximo.
Es justo lo contrario de lo que los socialistas creen que trata de hacer su oponente, la secretaria general del PP y candidata popular a la presidencia de Castilla-La Mancha, María Dolores Cospedal, quien, siempre según los socialistas consultados, está interesada en plantear la cita en clave nacional, porque la crisis económica y la mala gestión de la misma se asocian por la ciudadanía a la figura del presidente del Gobierno y la marca PSOE.
