Una hora y 17 minutos antes de que explotase el coche bomba en el complejo gubernamental de Oslo, más de 1.000 personas recibieron un correo electrónico en el que se explicaba lo que iba a suceder. Fue el propio asesino confeso, Anders Behring Breivik quién redactó y envió esos e-mails narrando los ataques que tenía pensado perpetrar ese mismo día. No obstante, en el documento no se revelaba la localización de la matanza.
Entre los destinatarios del aviso figuran Jan Simonesen, ex diputado noruego, y el político de extrema derecha y conocido antiislamista Tanguy Veys. Además, unos 250 receptores eran británicos, según informó el periódico inglés The Guardian.
Junto a los planes, Breivik, que envió los correos con el nombre de André Berwick, adjuntó su ya tristemente célebre manifiesto titulado 2083: una declaración europea de independencia. En el documento, el perturbado declara la «guerra de sangre» a inmigrantes y marxistas. El correo se completaba con un enlace a un vídeo en la conocida web Youtube con el mensaje: «Es un regalo para ti. Me gustaría que lo distribuyeras a cualquier persona que conozcas».
Por otro lado, tres políticos de extrema derecha, dos italianos y un francés, se han sitúado en el centro de la polémica por alabar algunas de las ideas del criminal. Mario Borghezio y Francesco Speroni miembros de la Liga Norte, condenaron los asesinatos pero defendieron que el noruego «creía en la verdadera civilización occidental». Unas palabras que se quedan cortas comparadas con lo escrito en el blog del francés Jacques Coutela, político del Frente Nacional. En él, muestra abiertamente su apoyo a Breivik que es considerado en esas líneas como un «icono», un «resistente» y «el principal defensor de Occidente».
Por otra parte, la operación policial sigue siendo objeto de crecientes críticas, ante el goteo de informaciones aparecidas según las cuales los agentes no llegaron con la celeridad debida porque no tenían un bote a punto, como señalaron unos medios, o a que no pudieron utilizar un helicóptero por falta de presupuesto, según otros.
Frente a estos ataques, el ministro de Justicia, Knut Storberget, afirmó ayer que los agentes que acudieron a la isla de Utoya tras el tiroteo son «héroes».
Asimismo, fuentes policiales narraron que Breivik se entregó a las autoridades con las manos en alto y sin armas. «Le gritamos que éramos policías para llamar su atención. De pronto, lo tuvimos ante nosotros, con los brazos en alto sobre la cabeza. Su arma estaba 15 metros detrás de él y lo detuvimos con normalidad», relató Jacob Baertnes, miembro del comando que detuvo al asesino.
La entereza del líder
Durante estos días ha sido el arquetipo del político cercano a su pueblo y a los medios. Siempre perfecto en su papel, incansable pese a haber perdido «muchos y muy buenos amigos». Es el primer ministro noruego, Jens Stoltenberg, que ayer quiso reiterar su llamada a la entereza de su pueblo, convencido de que su país «no se dejará doblegar» por los atentados que causaron 76 muertos.
Lo prioritario ante la «tragedia nacional» abatida sobre Noruega es «confortar y asistir» a las víctimas, afirmó el jefe del Gobierno socialdemócrata, en una comparecencia ante medios extranjeros.
Sin embargo, ni siquiera el ejemplo del líder político ha conseguido neutralizar las dudas sobre la gestión policial. Por eso, Stoltenberg prometió analizar la criticada reacción de las fuerzas del orden y garantizó que se «investigará en profundidad la reacción de las mismas». El jefe del Ejecutivo confirmó la creación de una comisión independiente que analizará lo ocurrido el pasado viernes y, sobre todo, la posterior respuesta de los agentes.
Stoltenberg apeló, además, a un regreso a la normalidad, ya que la respuesta de Noruega a la «brutal violencia» calificada por él como «una tragedia nacional y un ataque a la nación», seguirá siendo la defensa de «la libertad, la apertura, la tolerancia y la democracia».
Tras agradecer las muestras de solidaridad «llegadas de todas partes del mundo» y «de cada esquina de nuestro país», el primer ministro añadió que el desafío en estos momentos de «inconmensurable dolor» es encontrar un camino «entre la tristeza y la esperanza».
Stoltenberg también recordó que el campamento de las juventudes socialdemócratas de la isla de Utoya era «la cantera de nuestros mejores talentos políticos».
