Justo en el día en el que se cumplía el décimo aniversario de la ocupación de Afganistán y, con ello, del derrocamiento del régimen talibán, el presidente del país, Hamid Karzai, admitió que ni su Gobierno ni la OTAN han conseguido ofrecer seguridad a los habitantes del país y reconoció, además, que habría que haber actuado antes contra los refugios de los radicales en Pakistán.
«Lo hemos hecho terriblemente mal al tratar de proporcionar seguridad al pueblo afgano, y ésta es la mayor deficiencia de nuestro Gobierno y nuestros socios internacionales», declaró el jefe del Ejecutivo. A su juicio, es necesario «crear un ambiente seguro y más predecible para los ciudadanos».
Karzai aseveró que la situación actual de inseguridad en Afganistán se debe en parte a la estrategia militar que se siguió durante los primeros años de la guerra y a que no se actuó pronto contra los refugios de los insurgentes en territorio paquistaní.
«La OTAN, Estados Unidos y nuestros vecinos de Pakistán deberían haberse concentrado hace mucho tiempo, en 2002 y 2003, en los refugios», señaló Karzai.
El dirigente subrayó que considera «un punto débil importante» el hecho de que los talibán sean capaces de llevar a cabo ataques como el que el mes pasado acabó con la vida del ex presidente y líder del Alto Consejo para la Paz, Burhanuddin Rabbani, pero indicó que «estos problemas vienen de fuera, porque está claro que los terroristas necesitan sin el apoyo paquistaní», afirmó asimismo el dirigente.
En este contexto, reconoció que el presidente y el primer ministro de Pakistán desean tener una buena relación con Afganistán, pero que los refugios de los radicales en ese país no desaparecerán mientras Islamabad no colabore con Kabul. Sin embargo, las autoridades de ese país niegan que apoyen a insurgentes.
A pesar de que la política de dialogar con los talibán recibió un duro revés con el asesinato de Rabbani, Karzai no dudó en lanzar un mensaje a los radicales:: «Fijad una fecha y un lugar y hablaremos con vosotros».
Por otro lado, el presidente confirmó que dejará el cargo en 2014, cuando la Policía y el Ejército afganos recibirán de las fuerzas internacionales la responsabilidad de mantener la seguridad en el país, y que, por eso, ya ha empezado a buscar un sucesor.
«Creo que tengo la responsabilidad de pensar en un mandatario en el que los afganos puedan confiar y creer y que pueda servir al país», explicó.
Respecto al problema de la corrupción, indicó que se mitigará cuando las fuerzas de combate internacionales se retiren de Afganistán, ya que culpa de esos delitos principalmente a empresas y gobiernos extranjeros.
Pese a los avances que se han hecho durante estos años en el ámbito de la educación y la sanidad, las organizaciones de Derechos Humanos y de ayuda humanitaria aseguran que aún hay mucho trabajo que hacer en el país centroasiático.
Durante la última década se han gastado unos 57.000 millones de dólares, según las ONG que forman parte del Organismo de Coordinación de Agencias para la Ayuda Afgana, pero ese dinero no siempre ha producido mejoras reales para los habitantes del país.
