Aminatu Haidar, que está a punto de cumplir un mes en huelga de hambre en el aeropuerto de Lanzarote como protesta por su expulsión de Marruecos y para que el reino alauita la autorice a regresar a El Aaiún de manera inmediata y sin condiciones administrativas previas, ya entró anteriormente hasta en seis ocasiones en la ciudad del Sáhara Occidental sin identificarse como ciudadana marroquí en el control de pasaportes del aeropuerto
Según informaron fuentes diplomáticas, sin duda alentadas por el Gobierno, persuadido ya de que por las buenas será imposible desencasquillar el caso, en una de aquellas veces incluso llegó a proclamarse como ciudadana saharaui, pese a lo cual pudo entrar en la ex colonia sin complicaciones, bien porque el funcionario que revisó su ficha no se percató, o porque hizo la vista gorda.
Cabe recordar que el régimen de Mohamed VI, que niega toda entidad jurídica al Sáhara, exige a la defensora de los Derechos Humanos que proclame expresamente su sumisión a Marruecos y pida perdón a las autoridades magrebíes como condición inexcusable para facilitarle un pasaporte que la permitiría regresar.
No obstante, parece que no siempre fue así, puesto que Amnistía Internacional confirmó que Haidar viaja con frecuencia y, cada vez que regresaba a El Aaiún, dejaba en blanco la casilla correspondiente a la nacionalidad en la tarjeta que todo ciudadano marroquí debe rellenar, y eran los funcionarios quienes completaban el documento por ella.
Mbarka Bouaida, presidenta de la Comisión de Exteriores, Defensa y Asuntos Islámicos del Congreso admitió la semana pasada en Madrid que durante «dos o tres años» los empleados del aeropuerto tenía cierta «laxitud» al no conceder demasiada importancia a que Haidar u otros defensores de la independencia del Sáhara no se definieran como marroquíes. Incluso, el presidente de la Cámara de los Consejeros (Senado marroquí), Mohamed Cheij Biadillah, admitió que la activista rellenó en ocasiones anteriores la ficha de forma «peculiar».
Un discurso en noviembre
Todo hace indicar que este cambio de actitud por parte del país norteafricano a la hora de permitir la entrada de activistas saharauis comenzó a raíz del discurso pronunciado por el rey Mohamed VI el 6 de noviembre, con motivo del 34 aniversario de la Marcha Verde, en la que dio órdenes a «todas las autoridades públicas» de que redoblaran la vigilancia ante cualquier «atentado contra la soberanía nacional» y fueran «intransigentes» a la hora de preservar la seguridad, la estabilidad y el orden público.
«Atrás quedó la era de la ambigüedad de posiciones y de elusión de obligaciones. La persona ha de elegir abiertamente entre ser patriota o traidor, pues no existe una posición intermedia, como tampoco se puede seguir disfrutando de los derechos de la ciudadanía, a la vez que se reniega de ella, conspirando contra los enemigos de la patria», dijo entonces el monarca marroquí.
Dicho pronunciamiento se produjo casi inmediatamente después de la detención de siete destacados activistas saharauis a su llegada al aeropuerto de Casablanca después de haber visitado los campos de refugiados de Tinduf, en Argelia. Rabat les acusa de haberse puesto «en contacto con partes hostiles a Marruecos» y Amnistía Internacional ha advertido de que, si se les declara culpables, podrían ser condenados a muerte.
