Miguel Poveda fue ovacionado el pasado viernes en La Granja, donde casi consiguió llenar el recinto del patio de la Real Fábrica de Cristales y transmitió su energía, que es mucha, a un público al que poco importó la fría noche granjeña mientras recibía el calor de la voz del cantaor.
El catalán presentó un espectáculo homenaje a la copla de su infancia, la que escuchaba en Badalona en la radio de la cocina de su madre. Este reconocimiento a las letras y melodías de los León, Quiroga, Valverde, Solano, Perelló, Gallardo… es una apuesta personal, arriesgada y valiente.
No es la primera vez que Poveda hace incursiones fuera del flamenco pero en esta ocasión ha contado con arreglos del músico Amargós, con instrumentos como violín, contrabajo o trompeta y, por supuesto, con la buena mano flamenca de ‘Chicuelo’.
El resultado es sorprendente, barroco si se quiere, pero en líneas generales atractivo y sugerente. Además en el directo hay coplas que ganan con la vena flamenca del cantaor, que en La Granja estuvo pletórico, sobrao, casi chulo y hasta juguetón en algunas piezas pero sin traspasar esa fina raya que hay entre contención y sobreactuación.
El público aplaudió con ganas joyas clásicas como Ojos verdes, Rocío, La bien pagá, Compañera y soberana, Me da miedo de la luna, Embrujao por tu querer (del repertorio de la Pantoja) o ese popurrí de lujo, de amores desgarrados (“Dime que me quieres”, “Te quiero más que a mi vida”, “Vino amargo”, “Esa pena mía…”) en las que el artista se gusta, se crece.
Pero más mérito aún tiene desempolvar temazos casi olvidados como Vente tú conmigo, Como las piedras (“Ni son verdes verdes, ni son negros negros, tus ojos malditos no tienen color”), La senda del viento, un bonito homenaje a la bailaora y cantante catalana Carmen Amaya, Los tientos del cariño y, sobre todo, A ciegas, que forma parte de la banda sonora de la última película de Almodóvar, ‘Los abrazos rotos’.
Si un pero hay que poner a estas ‘Coplas del querer’ es la elección de dos o tres canciones cuyas letras me chirrían: Ni un padre nuestro o En el último minuto. Es algo muy personal porque reconozco que la voz de Poveda se luce con ellas pero se me atragantan.
Mención aparte merece, hacia la mitad del espectáculo, la incursión flamenca con unas alegrías gaditanas que daba la gloria escuchar, o la interpretación de Tres puñales, por bulerías, tremenda; esto sí es heavy y lo demás son pamplinas.
En los bises, además de la rumbera y alegre (para variar) Sere… serenito no podía faltar Alfileres de colores, unas bulerías toreras que el público siempre pide y que él ya no sabe como cantar para cambiar un poco pero siempre sobresaliente y terminó con otra gran copla, Te lo juro yo, del espectáculo que hizo el año pasado para el festival de Peralada.